La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XXII
En el qual el Emperador Marco Aurelio concluye su carta y dize quánto peligro se les sigue a los viejos de vivir como moços, y para remedio dello dales muy buenos consejos.


Veniendo, pues, al caso, de ti, ¡o! Claudio, y Claudina, parésceme que aquellos bárbaros siendo de cincuenta años y vosotros aviendo más de sessenta, sería justo que, pues soys mayores en la edad, fuéssedes yguales en la cordura; si no quisiéredes como ellos tomar la muerte dulce, a lo menos emendéys la vida mala. Acuérdome no avrá muchos años que Fabricio el moço, hijo de Fabricio el viejo, me tenía ordenada una mala burla, de la qual si vosotros no me avisárades se me siguiera una notable afrenta, y, pues entonces me hezistes tan buena obra, querríaosla pagar en la misma moneda; porque entre los amigos no ay igual beneficio con desengañar al engañado. Hágoos saber, si no lo sabéys, pobres viejos, que estáys ya tales, que tenéys los ojos hundidos, las narizes húmidas, los cabellos blancos, el oýr perdido, la lengua torpe, los dientes caýdos, la cara arrugada, los pies hinchados y los pechos ahogados. Finalmente digo que, si supiesse hablar la sepultura, como a caseros suyos os podía compeler por justicia viniéssedes a poblar su casa.

Gran compassión es de tener a los mancebos y a su juvenil ignorancia, porque a los tales entonces se les abren los ojos para conocer los infortunios desta vida quando se les acaba la vida y los emplazan para la sepultura. Dezía el divino Platón en el libro de República que a los moços vanos y locos en vano les damos consejos buenos; porque la juventud es sin [748] experiencia de lo que sabe, sospechosa de lo que oye, incrédula de lo que le dizen, menospreciadora del consejo ajeno y muy pobre del suyo proprio. Caso que esto es verdad, como es verdad, yo os digo, Claudio y Claudina, que sin comparación no es tan mala la ignorancia que tienen de lo bueno los moços como la obstinación que tienen en lo malo los viejos; porque los dioses inmortales muchas vezes dissimulan mil ofensas cometidas por ignorancia, y por otra parte no perdonan una culpa cometida por malicia. ¡O!, Claudio y Claudina, yo no me maravillo que como hombres olvidéys a los dioses que os criaron, olvidéys a los padres que os engendraron, olvidéys a los parientes que os favorecieron, olvidéys a los amigos que os honraron; pero de lo que me escandalizo es que vosotros mismos olvidéys a vosotros mismos, conviene a saber: que nunca miráys qué avéys de ser hasta que soys lo que no querríades ser, y esto sin poder tornar atrás. Despertad, pues en el sueño estáys ahogados; abrid los ojos, pues estáys adormecidos; acostumbraos a trabajar, pues soys vagabundos; aprended lo que os cumple, pues soys simples; no os descuydéys de lo que os conviene, pues soys ya tan viejos. Quiero dezir que os concertéys de espacio con la muerte antes que os hagan execución en la vida.

Cincuenta y dos años ha que tengo conocimiento de las cosas deste mundo, pero jamás conocí en él muger tan cargada de años, ni hombre viejo que tuviesse tan podridos los miembros, que por falta de fuerças dexassen de ser buenos si quisiessen ser buenos, ni aun por la misma ocasión dexassen de ser malos si quisiessen ser malos. Cosa es maravillosa de ver, y muy digna de notar, en que todas las cosas corporales del hombre se envegescen si no es el coraçón interior y la lengua exterior; porque el coraçón siempre está verde para pensar maldades y la lengua siempre tiene abilidad para dezir mentiras y malicias. Sería mi parescer que, pues es passado el verano alegre, vos aparejéys para el invierno herizado; y si os queda poco del día, vos deys priessa a tomar posada. Quiero dezir que si el día de la vida passastes con trabajo, trabajéys porque la noche de la muerte vos tome en puerto seguro. Las burlas passen por burlas y las veras tomemos por veras, conviene a saber: que [749] sería cosa muy justa, y aun para vuestra honra necessaria, que todos los que os vieron en otro tiempo ser moços locos, os viessen agora estar muy retraýdos; porque no ay cosa con que más se olviden las liviandades de la mocedad que mostrando mucho reposo y gravedad en la vejez. Quando el cavallero passa la carrera, no le culpan que el cavallo lleve descrinadas las crines; mas después que es llegado a su puesto, justo es que aderesce su cavallo.

¿Qué mayor confusión puede ser a la persona, ni igual afrenta a nuestra madre Roma, que ver lo que vemos oy en ella, es a saber: andar ruando por las plaças, yrse a ver los theatros, assentarse en los coliseos los viejos que se caen de podridos como los moços que agora ciernen para pámpanos? Vergüença he de dezirlo, pero más me escandalizo de verlo, ver a los viejos romanos cómo cada día se sacan las canas por no parescer viejos, hazen a menudo la barba por parescer moços, el calçado traen muy justo, las camisas muy descubiertas, el palio todo encarnado, la insignia romana muy esmaltada, argolla de oro a la garganta como los daços, tintinábulos en la ropa como los saphiros, nacre en los sombreros como los griegos y perlas en los dedos como los indios. ¿Qué más queréys que diga después de lo que tengo dicho, sino que traen las ropas anchas y largas como los tharentinos, y las traen de color de croco como los vándalos, y cada semana las sacan nuevas como histriones, y (lo peor de todo) que assí se precian de ser enamorados como quando eran muy moços? Que los viejos sean combatidos, y aun vencidos de los juveniles desseos, no es de maravillar, porque es tan natural aquel bestial apetito como lo es el comer quotidiano; pero que los viejos, siendo viejos, sean públicamente dissolutos, justamente desto se deven escandalizar todos; porque los viejos carnales y viciosos ofenden a los dioses con el hecho y escandalizan a la república con el escándalo.

¡O!, quántos he conoscido yo en Roma que fueron muy estimados en la mocedad, y después por emboscarse en estas liviandades lo perdieron en la vejez, y (lo peor de todo) que ellos perdieron el crédito; sus parientes, el favor; y sus innocentes, hijos el provecho; porque muchas vezes permiten los [750] dioses que, aviendo los padres cometido la culpa, sobre solos los hijos decienda la pena. El muy famoso Gaguyno Catón, que descendía del antiguo linaje de los sabios Catones, fue en Roma flamen dialis cinco años, pretor tres, censor dos, dictador uno, cónsul cinco vezes. Siendo de edad de sessenta y cinco años, diose a seguir, y a servir, y a requerir a Rosana, hija de Gneo Curcio, dama por cierto harto moça y no poco hermosa, y assaz de muchos desseada y festejada. Andando, pues, el tiempo, y el dios Cupido haziendo su oficio, encarnó tanto el amor en el coraçón del triste viejo, a que quasi vino a perder el sentido, en que después de aver consumido toda su fazienda en servirla, todo el día sospirava y toda la noche llorava no más de por verla. Acontesció que devieran dar a la dama Rosana unas enojosas calenturas, con gran hastío de no poder comer; y, como se le antojassen unas uvas, y por ser temprano aún en Roma no eran maduras, sabido esto por Gaguino Catón, embió al río Rin por ellas, a parte que avía gran suma de millas. Como la cosa fuesse divulgada por Italia, y en Roma lo supiesse ya todo el pueblo, y de la liviandad se diesse noticia al Senado, mandaron los Padres Conscriptos que Rosana fuesse con las vírgines vestales en el templo encerrada y el viejo perpetuamente de Roma desterrado; porque a ellos fuesse castigo y a los otros exemplo. De verdad que me hizo gran lástima verlo, y aun agora tengo no pequeña pena en escrevirlo, porque vi al padre morir con infamia y a los fijos vivir con pobreza. Bien creo yo que todos los que este exemplo oyeren y todos los que esta escriptura leyeren afearán el hecho del viejo enamorado y aprovarán por buena la sentencia que contra él dio el Senado; pero yo juro que si tantos moços tuviesse Gaguyno Catón en su destierro como terná viejos enamorados que sigan su exemplo, no avría en Roma tantos hombres perdidos, ni mugeres mal casadas.

Muchas vezes acontesce que los hombres viejos, mayormente siendo generosos y valerosos, son avisados de sus criados, son reprehendidos de sus parientes, son rogados de sus amigos y son acusados de sus enemigos por andar en passos tan desonestos. Responden a la tal demanda que no son enamorados sino de burla. Siendo yo moço muy moço, no menos [751] en el seso que en la edad, una noche en el Capitolio topé con un mi vezino, el qual era tan viejo, que me podía tener por nieto, y díxele esta palabra: «Señor Fabricio, y vos ¿también enamorado?» Respondióme él: «Señor Marco, ya veys que mi edad no sufre ser enamorado, y si lo soy, soylo por passatiempo.» Por cierto yo me maravillé toparlo a tal hora, y me escandalizé darme él tal respuesta. En los viejos de mucha edad y gravedad las tales reqüestas no se pueden llamar amores, sino dolores; no passatiempo, sino perder tiempo; no burla, sino burlería; porque de los amores de burla se les sigue infamia de veras. A ti, Claudio, y Claudina, pregunto qué otra cosa soys los viejos enamorados sino un círculo delante la taverna, do todos piensan que ay vino y no venden sino vinagre. Ítem son como los huevos muy blancos, y después los hallan de dentro güeros. Ítem son como herida sobresana y está hecha una fístola. Ítem son como píldora dorada, la qual gustada tiene en sí gran amargura. Ítem son como las redomas que en las boticas están quebradas y tienen los sobrescritos nuevos. Ítem son como el tremedal elado, en el qual no ay passo seguro. Ítem son como una portada nueva y dentro está la casa toda podrida. Finalmente el viejo enamorado es como el cavallo de axedrez, que ayuda a perder el dinero y no puede sacar a nadie de peligro. Nótese esta palabra, y para siempre encomiéndese a la memoria, conviene a saber: que el viejo vicioso y luxurioso no es sino como el puerro, que tiene las barbas blancas y las porretas verdes.

Paréceme a mí, si os pareciesse a vosotros, que no devríades aguardar de quebrar las alas al tiempo quando no es razón que aya pluma en ellas. No os engañéys, amigos y vezinos míos, diziendo que para todo ay tiempo; porque la emienda está en manos de vosotros que la avéys de hazer, pero el tiempo está en manos de los dioses que le han de repartir. Vengamos, pues, al remedio para remediar este gran daño, y sea que lo que pudiéredes andar de día, no lo aguardéys andar para la noche de la vejez; porque mal corta el cuchillo gastado el azero, y el que está avezado a carne, mal se amaña a roer los huessos. Ítem os digo y aviso que, si la casa de podrida y vieja se nos va a caer, la apoyemos no con cuentos de madera, [752] sino con pensar la estrecha cuenta que emos de dar a los dioses de la vida y a los hombres de la fama. Ítem digo que, si la viña de todas nuestras virtudes está vendimiada, demos sino ál la rebusca de la emienda. Pues las cubas de nuestra cosecha se estragaron con malas y perversas obras, remostémoslas con mosto nuevo de nuevos y buenos desseos. Son los dioses tan aplazibles de servir y tan buenos de contentar en los servicios que les devemos por los bienes que nos hazen, que, si no les podemos todo pagar con buenas obras, toman en descuento buenos desseos. Finalmente digo que si tú, Claudio, y Claudina, ofrescistes la harina de la juventud al mundo, ofrezcáys aora los salvados de la vejez a Dios.

Yo os he escripto largo, y más de lo que tenía en el pensamiento. Saludadme a la vezindad toda, especial a Drusia Patrocla, biuda y generosa romana. Acuérdome que Gorvina, vuestra nieta, me hizo un plazer el día de la madre Verecinta; aý embío dos mil sextercios: serán los mil para ayudar a casarla y los otros para ayudar a relevar vuestra pobreza. Mi Faustina está mala, daréys otros mil sextercios a las vírgines vestales porque rueguen a los dioses por ella. A ti, Claudina, embía mi Faustina una arca; por los immortales dioses juro no sé qué embía en ella. A los dioses ruego que, pues soys viejos, os den buena muerte, y a mí y a mi Faustina nos dexen hazer buena vida. Marco del monte Celio os escrive de su propria mano. [753]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

<<< Capítulo 21 / Capítulo 23 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org