La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XXIII
Do el auctor persuade a los príncipes y grandes señores que miren mucho en los inconvenientes que trae consigo el vicio de la avaricia, y que el hombre avariento es a Dios y al mundo odioso.


El gran Alexandro, rey de Macedonia, y el infelice Darío, rey que fue de Persia, no sólo fueron diferentes en las guerras y conquistas que traýan, mas aun en las condiciones y inclinaciones que tenían; porque Alexandro era naturalmente amigo de dar y gastar, y el rey Darío por contrario fue amigo de allegar y guardar. Como la fama de Alexandro se divulgó por todo el mundo ser príncipe dadivoso y no cobdicioso, amávanle mucho los suyos y desseávanle servir los estraños; al triste rey Darío, como estava infamado de mucha avaricia y de poca largueza, desobedescíanle los suyos y aborrecíanle los estraños, de do se puede collegir que los príncipes y grandes señores dando se hazen ricos y guardando se tornan pobres. Plutharco cuenta en su Apotémata que, después que el rey Darío fue muerto y Alexandro uvo de toda Oriente triumphado, estando en la plaça de Athenas un hombre thebano engrandesciendo la fortuna de Alexandro por lo mucho que ganó, y declamando la infelicidad de Darío por tanto como perdió, dixo a grandes bozes un philósopho:

«Muy engañado vives, ¡o! thebano, en pensar que el un príncipe perdió muchos señoríos y que el otro príncipe ganó muchos reynos; porque Alexandro Magno no ganó sino las piedras y las tejas de las ciudades, porque con su [754] largueza ya tenía ganadas las voluntades de los ciudadanos; y por contrario el infelice rey Darío no perdió sino las piedras y las tejas de las ciudades, porque con su escasseza y avaricia ya tenía perdidas las voluntades de todos los de Asia. (E dixo más aquel philósopho.) Los príncipes que quieren engrandescer sus estados y ensanchar sus reynos en sus conquistas deven primero ganar las voluntades con ser generosos y dadivosos, y después embiar a sus exércitos a conquistar las fuerças y muros; porque de otra manera muy poco les aprovechará enseñorear las piedras si están rebeldes las voluntades.»

Puédese de lo dicho colegir que lo que ganó Alexandro lo ganó por ser largo y magnánimo, y lo que perdió el rey Darío lo perdió por ser avaro y mísero; y desto no nos maravillemos, porque los príncipes y grandes señores que de avaricia son vencidos, dudo yo que se vean ellos de muchos reynos vencedores.

Es tan feo, es tan malo, es tan odioso y es tan peligroso el vicio de la avaricia, que si se pusiesse a escrevir todos los males que en él ay mi pluma, no sería más que presumir de agotar el mar de agua; porque en las entrañas do entra el avaricia haze que sirva a los vicios y adore a los ýdolos. Si un hombre cuerdo se parasse a pensar el trabajo y desassossiego que consigo mismo trae este maldito vicio, dudo yo que osasse ninguno ser en él vicioso. Aunque el avaro no tuviesse otro trabajo sino acostarse siempre con peligro y levantarse con cuydado, me parece que es harto trabajo; porque el tal, de que se acuesta, piensa que le han de matar en la cama, o que durmiendo le han de decerrajar la arca; y de que se levanta, levántase con temor si ha de perder lo ganado y con cuydado de aumentar lo poco en mucho. En el primer libro de su República dezía el divino Platón esta palabra: «Por esso los hombres no son ricos, porque nunca deprendieron hazerse ricos; ca el hombre que quiere perpetua y verdaderamente hazerse rico, primero ha de reprimir la cobdicia que no ocuparse en allegar hazienda; porque el hombre que no pone límites a su desseo, siempre se le hará poco, aunque se vea señor del mundo.» [755] Fue por cierto esta sentencia digna de tal varón. Mucho satisfaze a mi juyzio la sentencia de los estoycos, de la qual Aristóteles haze mención en su Política, do él dezía que a las grandes necessidades siempre precedieron grandes riquezas, y que no ay estremada pobreza sino do uvo mucha abundancia, de do se sigue que a los príncipes y grandes señores que tienen mucho, a éssos falta mucho; porque a los hombres que siempre tuvieron poco, no les puede faltar sino poco.

Si motejamos a los mundanos de viciosos, siempre tienen escusas para escusarse en dezir por qué fueron viciosos, excepto en el vicio de la avaricia, en el qual y del qual no tienen ninguna escusa; porque si tienen alguna frívola razón para se escusar, ay dos mil para los condenar. Pongamos en todos los principales vicios exemplo, y veremos cómo sólo el de la avaricia quedará condenado y no escusado. Si argüymos a un príncipe o a un gran señor por qué es elevado y presumptuoso, respondernos ha que tiene mucha ocasión para serlo, porque natural inclinación es de los hombres querer antes mandar con trabajo que no servir con reposo. Si argüymos a uno que es furioso y en la yra súbito, respondernos ha que no nos maravillemos dél, pues no nos maravillamos del sobervio; porque el enemigo y vezino no tiene más auctoridad de enojar a uno que el otro tiene de vengarse dél. Si argüymos que es carnal y vicioso, respondernos ha que no puede abstenerse de aquel pecado; porque, si puede uno evitar los actos impúdicos, siempre está peleando con los pensamientos malos. Si argüymos a uno que es descuydado y perezoso, respondernos ha que no merece ser culpado; porque es de tan mala carona nuestra naturaleza, que, si la trabajamos, luego se cansa; y, si la relevamos, luego se regala. Si argüymos a uno que es glotón y goloso, respondernos ha que sin comer y bever no podemos vivir en este mundo; porque la Divina Palabra no dixo que dañavan al hombre los manjares que entravan por la boca, sino los inmundos pensamientos que salían del coraçón.

Como dezimos destos pocos de vicios, podríamos poner escusas en todos los otros, mas al vicio de la avaricia ninguno le [756] puede dar escusa verdadera; porque con el dinero atesorado ni el ánima se puede aprovechar, ni menos se puede el cuerpo regalar. Dezía Boecio en su libro De Consolación que entonces son buenos los dineros no quando en nuestro poder los tenemos, sino quando dellos nos desfazemos; y de verdad la sentencia de Boecio es muy alta, porque desechando el dinero alcança hombre lo que quiere, mas teniéndolo consigo para ninguna cosa le es útil ni provechoso. Podránnos dezir los hombres ricos y avarientos que si allegan y guardan no es sino para los años caros y secos, do remediarán a sus parientes y amigos. A esto les respondemos que ellos no atesoran para remediar a los pobres en semejantes necessidades, sino para poner a las repúblicas en otras mayores; porque, según entonces venden caro y según lo mucho que dan a logro, yo juro que juren los míseros pobres que más daño les hizo el avariento con lo que les emprestó que no el año seco en lo que les quitó.

Los hombres generosos y virtuosos no deven dexar de hazer bien con temor que vernán años caros, que al fin al fin si acaso viniere un año estrecho, todo lo haze estrechar la costa un poco, y en tal tiempo y en tal caso, aquél sólo se podrá llamar bienaventurado que por ser largo en la limosna holgará de estrechar su mesa. Los hombres cobdiciosos y avaros guárdense que por guardar muchas haziendas no den mal cobro de su ánima, que ya podrá ser quando viniere el año caro el tal avariento sea ya muerto, por manera que antes que llegasse el tiempo de vender su trigo a gran precio, dieron sus ánimas de balde al demonio. ¡O, quánto bien haze Dios a los hombres generosos en darles coraçones generosos!, y ¡o, quánta malaventura tienen los hombres avaros, en tener como tienen los coraçones estrechos!; porque si los avarientos gustassen quán dulce cosa es el dar, aun lo necessario para sí no podrían tener.

Ya que los míseros y avaros no tienen coraçón para dar a los amigos, repartir con los parientes, socorrer a los pobres, emprestar a los vezinos y sostener a los huérfanos, ¿es verdad que osan espenderlo consigo mismos? Digo que no, por cierto; porque ay honbres tan cativos de lo que tienen, que dan [757] por tan mal empleado lo que consigo mismos gastan, como lo que otros de su hazienda les hurtan. ¿Cómo dará de vestir al desnudo el hombre que de escasso y mísero para sí mismo no se atreve a hazer un sayo? ¿Cómo dará de comer al pobre famélico el que de puro mezquino come el pan de salvado y centeno por venderlo de trigo? ¿Cómo hospedará a los peregrinos en casa el que de pura miseria aún no es para trastejarla? ¿Cómo visitará los hospitales y socorrerá a los enfermos el que muchas vezes pone en condición su propria salud y vida por no dar un real al cirujano y otro a la botica? ¿Cómo socorrerá de secreto a los pobres y necessitados el que a sus hijos y criados trae descalços y desnudos? ¿Cómo ayudará a casar a las pobres donzellas huérfanas el que dexa envegescer en su casa a sus proprias hijas? ¿Cómo dará de su hazienda propria para redemir los captivos el que no quiere pagar la soldada a sus criados proprios? ¿Cómo dará de comer a hijos de pobres fidalgos el que siempre está llorando lo que comen aun sus proprios hijos? ¿Cómo creeremos que dará de vestir a una pobre biuda el que no quiere dar a su muger aun para una toca? ¿Cómo se obligará a fazer cada día una limosna ordinaria el que dexa el domingo de yr a missa por no ofrescer una blanca? ¿Cómo dará el hombre avaro una cosa de gracia, pues por no gastar un real se acuesta muchas noches sin cena? Finalmente digo que nunca nos dará de su hazienda propria el que siempre está llorando por la hazienda agena. [758]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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