La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XXX
De una carta que escrivió Marco Aurelio Emperador a Mercurio, vezino de Samnia, el qual era mercader y avía por la mar perdido cierta mercadería. Divídela el auctor en dos capítulos, y es letra muy notable para los que por mar tratan hazienda y en la tierra tienen mucha cobdicia.


Marco Aurelio, Emperador romano, oriundo del monte Celio; a ti, Mercurio, su especial amigo, salud y consolación en los dioses consoladores.

Bien paresce somos amigos, pues nos hazemos obras de amistad, ca en sabiendo yo acá tu desdicha luego despaché un tabelario para te consolar, y en oyendo tú allá mi enfermedad luego embiaste a un tu amigo para me visitar, de do se sigue que si tú me tenías en la memoria, yo no te tenía olvidado. He sabido cómo el tabelario mío que yva y el mensagero tuyo que venía se toparon en Capua, y el uno llevava mi desseo para ti y el otro traýa una carta tuya para mí. Y, si tan curiosamente leýste la mía como yo con atención oý la tuya, claramente conoscerías por ella que mi coraçón estava lleno de cuydados y tu spíritu quedava lleno de congoxas. Agradézcote, y doyte muchas gracias, en averme embiado a consolar de mis tercianas, y vino tu visitación y consolación a tal hora que a la sazón se me acabava de quitar la calentura; pero si los dioses dexassen este hecho en mis manos como han tenido por bueno de assentar las calenturas en mis miembros, ni dexaría a tu consolación que se fuesse, ni daría lugar a la calentura que se tornasse.

¡O!, quán grande es nuestra sobervia y quán mísera es la miseria humana; y digo esto porque presumo de tomar [786] muchos reynos a otros y no puedo alançar una calentura de mis huessos. Dime, yo te ruego, Mercurio: ¿qué aprovecha que desseemos mucho, procuremos mucho, alcancemos mucho y que presumamos mucho, pues tenemos los días tan breves y las fuerças tan flacas? Gran tiempo ha que tú y yo nos amamos, y largos años ha que nos conoscemos, y el día que tu amistad se confió de mi fe, luego mi fe se obligó a que tus males fuessen míos y mis bienes fuessen tuyos, que (según dezía el divino Platón) aquella sola es verdadera amicicia do los cuerpos son diversos y la voluntad no es más de una. Por muy sospechosa amistad tengo yo do están más remotos los coraçones que estrañas las voluntades; ca muchos ay en Roma los quales son amigos de otros no más de lengua porque no viven de sus amigos más de diez casas, y tienen los coraçones entre sí apartados diez mil leguas. Quando tú te fueste de Roma y yo me vine de Samnia, ya sabes el concierto que hezimos en Capua del qual yo no me salgo agora, sino que soy otro tú acá con tal que tú seas otro yo allá, de manera que mi absencia con tu presencia y tu presencia con mi absencia siempre se hallen.

Por relación de tu tabelario supe que era muy perdida tu hazienda, pero por lo que venía en tu carta conoscí que era muy mayor la congoxa de tu persona. Lo que acá emos sabido es que embiavas una nao cargada de mercaderías a Grecia, y que los marineros y factores, queriendo más aprovecharse de su cordura que no cumplir con tu cobdicia, echaron en la mar las mercaderías y sólo trabajaron de salvar sus personas. A la verdad, en tan peligroso y estrecho caso ni tú tienes razón de los acusar, ni ellos tienen obligación a te satisfazer; porque no puede ninguno hazer mayor locura que por hazienda agena aventurar la vida propria. Perdóname, Mercurio, por lo que he dicho, y más me has de perdonar por lo que quiero dezir; y es que como los marineros y factores ni eran tus hijos, ni parientes, ni amigos, con tal que tus mercaderías tomaran saludable puerto, poco se te diera a ti que quedaran ellos ahogados en aquel mar profundo. Pues más te digo, aunque no lo quisiera dezir, ni menos lo quisieras tú oýr, conviene a saber: que según lo poco que a los codiciosos [787] se os da de los hijos ajenos, y, según el desordenado amor que tenéys con vuestros bienes proprios, a ti digo que de lo mucho que lloras por aver perdido tanto de tu ropa, aunque los vieras anegados a todos no derramaras una lágrima; porque los mercaderes romanos más lloran por diez sextercios que no pueden cobrar, que por diez hombres que mueran cobrándolos.

No me parece cosa justa, ni aun honesta, que hagas lo que me dizen que hazes, y es quexarte de tus factores y acusar a los marineros, queriendo cobrar de los pobres hombres en la tierra lo que en su poder tienen los peces de la mar, que (como tú bien sabes) la salud, y la vida, y la fama ninguno es obligado darlas a troque de hazienda. ¡O!, quán gran compassión te tengo Mercurio, en que la nao alivió a sí y cargó a ti; y lo peor es que, según mi juyzio y tu sentido, no echaron los pilotos tantos fardeles en la mar, quantos cuyados cayeron en tu coraçón. Nunca vi hombre de tal condición como la tuya, en que vees que la nao hasta que echó las joyas en la mar no pudo navegar segura y tú cargas de riquezas para caminar a la sepultura.

¡O!, congoxosas y malditas riquezas, con las quales ni en las altas mares, ni en las firmes tierras están seguras nuestras personas. Conoscida tu propriedad, yo antes me obligaría a buscar tu plomo y estaño que no a tu coraçón lastimado; porque al fin tu plomo aplomó en un lugar del profundo mar, pero tu cobdicia está derramada por toda la tierra. Si acaso oy muriesses y los médicos te abriessen las entrañas con una navaja, yo juro por la madre Verecinta, madre que es de todos los dioses de Roma, que antes hallassen tu coraçón ahogado con el plomo que no vivo en el cuerpo. No puedes tú agora enfermar de tercianas simples como yo, que calor en el cuerpo y dolor en el spíritu quartana doble te causarían, y en tal enfermedad no te puedes curar en la cama, sino en la nao; no en la tierra, sino en el mar; no con phísicos, sino con pilotos; porque los físicos llevarte ýan tu dinero y los pilotos mostrarte ýan dó cayó tu plomo.

No te congoxes, amigo mío Mercurio, que si tú no tienes al plomo contigo en la tierra, ello tiene a ti consigo allá en el mar; [788] y consuélate, que si de antes lo tenías en las arcas, agora lo tienes en las entrañas; porque allí está anegada tu vida do tiene assiento hecho tu plomo. ¡O!, Mercurio, ¿agora sabes que el día que encomendaste tu hazienda a las sospechosas rocas, y tus desseos a las altas olas, y tu raviosa avaricia a los importunos vientos, y el plomo tuyo a las aguas agenas, que quan desseosos yvan tus factores de la ganancia, avías tú de quedar tan cierto de la pérdida? Si cayeras en este aviso o hizieras esta diligencia, ahogárase su desseo y escapara tu esperança, ca los hombres que osan cometer sus riquezas a las mares, según son peligrosas y inciertas, no han de entristecerse por lo que se anega, sino alegrarse con lo que escapa.

Sócrates, aquel antiguo y gran philósopho, acordó de enseñarnos (no por palabra, sino por obra) en quán poco se avían de tener los bienes desta vida, ca echó en la mar no plomo, sino oro; no poco, sino mucho; no ajeno, sino suyo; no por fuerça, sino de voluntad; no con fortuna, sino con cordura; finalmente mostró en aquel heroyco hecho tan gran ánimo, que ningún codicioso se alegrara tanto de averlo fallado en la tierra, quanto aquel filósofo se alegró de averlo echado en la mar. Mucho es lo que Sócrates hizo, pero en mucho se ha de tener lo que entonces dixo, conviene a saber: «Engañosas riquezas, quiérovos ahogar antes que vosotras a mí me ahoguéys.» Pues Sócrates se temía y se recelava de sus riquezas proprias, ¿por qué los cobdiciosos no temen de tener robadas las haziendas agenas? No se osó aquel sabio fiar del oro fino, ¿y fiávaste tú del plomo duro? Echad suertes ambos a dos: Sócrates es de Athenas y tú eres de Samnia. Ved quál de vosotros erró o acertó: él en llevar oro de la tierra a la mar, o tú por la mar traer oro a la tierra; y soy cierto que los antiguos romanos dirán que él, pero los presentes cobdiciosos dirán que tú. Lo que en este caso me paresce es que tú, preciándolo, eres menospreciado, y Sócrates, despreciándolo, es de todos preciado. [789]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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