La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XXXII
Que los príncipes y grandes señores deven considerar quán mísera es la naturaleza humana, y que muchas cosas naturales tienen los animales brutos las quales no tienen los hombres racionales.


Midas, antiquíssimo rey de Frigia, fue en su persona príncipe muy vicioso y en su governación fue hombre muy tyrano, el qual no se contentava con tyranizar a sus tierras proprias, mas aun traýa cossarios por la mar y ladrones por la tierra para robar las tierras agenas. Fue este Midas muy conoscido en todos los reynos de Oriente, a que osó dezirle un thebano amigo suyo: «Hágote, saber, ¡o! rey Midas, que todos los de tu reyno te aborrescen y todos los reynos de Asia te temen, y esto no por lo mucho que puedes, sino por las mañas y trayciones de que usas, por cuya ocasión todos los estraños y todos los tuyos tienen hecho voto a los dioses de jamás reýr mientra tú fueres vivo, ni de jamás llorar después que fueres muerto.» Plutharco, en el libro de su Política, dize que, quando este rey Midas nasció, unas hormigas llevavan trigo a la cuna y metíanlo al niño en la boca; y, si el ama se lo quería sacar, apartava el niño la boca y no dexava sacar grano della. Espantados todos de aquella novedad, preguntaron al oráculo que qué significava aquel prodigio, el qual respondió que aquel niño sería muy rico, y junto con esto sería muy avaro, y esto era lo que significavan las hormigas henchirle la boca de trigo y después él no querer dar ni sólo un grano. Y assí acontesció, en que el rey Midas fue muy rico y muy avaro; porque jamás supo dar cosa, sino que se la avían de tomar por fuerça o se la avían de hurtar con cautela. [794]

En las academias de Athenas florescía en aquellos tiempos un philósopho por nombre Sileno, el qual en letras y vida era varón muy famoso; porque si era muy conoscido el rey Midas por tener muchas riquezas, no menos por cierto lo era el philósopho Sileno por menospreciarlas. Peregrinando el philósopho Sileno por los confines de Frigia, fue preso por los ladrones que andavan salteando por aquella tierra; y, como le llevassen delante el rey Midas, dixo al filósofo Sileno: «Tú eres philósopho y yo soy rey, y agora eres tú mi prisionero y yo soy tu rey. Quiero que luego en la hora me digas qué es lo que me puedes dar en rescate de tu persona, que te hago saber que no me está bien que algún philósopho more en mi tierra; porque vosotros los philósophos, como los bienes deste mundo no podistes alcançar, dezís que de vuestra voluntad los quisistes renunciar.» Respondió a esto el philósopho Sileno: «¡O!, rey Midas, bien paresce que sabes más executar la tiranía que no hablar de la philosophía; porque nosotros los philósophos no hazemos caso que estén presos los cuerpos con tal que tengamos libres las voluntades. Muy innocente es tu demanda en demandar rescate por mi persona, que o tú me tienes por philósofo, o no. Si no soy filósofo, ¿qué es la causa que temes tenerme en tu reyno; porque ya podría ser que antes me tornasses tú a mí tyrano que no yo a ti philósopho? Si me tienes por philósopho, ¿por qué me pides dinero, pues sabes que yo soy philósopho, soy artífice, soy poeta y soy músico, por manera que el tiempo que tú has gastado en allegar riquezas, he yo consumido en deprender sciencias? Pedir a un philósopho plata y oro por el rescate de su persona o es palabra de burla, o es invención de tyranía; porque después que en este mundo nascí, jamás riquezas cayeron en mis manos, ni menos tuvieron parte en ellas mis desseos. Si tú, ¡o! rey Midas, quisieres escucharme, y con fe de príncipe lo que dixere creerme, yo te diré quál es la mayor cosa (y aun en pos della la segunda) que los dioses pueden dar en esta vida, y podrá ser que te sean tan gratas de oýr y tan provechosas para vivir, que a mí saques de entre los enemigos y a ty yo saque de entre los tyranos.»

Oýdas estas palabras, el rey Midas libremente le dio licencia para que dixesse aquellas dos cosas, prometiéndole y [795] jurándole que con toda paciencia se pornía a oýrlas. El philósopho Sileno, avida licencia para libremente hablar, tomando en las manos un instrumento començó a tañer, y a cantar, y a dezir que el mayor don que los dioses podían dar a un hombre era no le dexar nascer; y el segundo beneficio era ya que le constreñían a nascer, que luego en nasciendo le hiziessen morir; porque los niños ni tenían apetito de vivir, ni lástima de morir. Estas dos cosas provó aquel philósopho con tan altas y tan naturales razones, que era cosa monstruosa ver al philósopho con quánto fervor cantava y ver aquel tyrano quán de coraçón llorava. Por cierto fue muy profunda la sentencia que aquel philósopho dixo, y mucha razón tuvo aquel rey tenerla en mucho; porque si nos paramos a considerar de qué somos, para qué somos, y qué somos, y qué seremos (es a saber: que somos de tierra, y somos tierra, y somos para la tierra, y nos hemos de tornar tierra), ni nos cansaríamos de sospirar, ni nos hartaríamos de llorar.

Una de las mayores vanidades que yo hallo entre los hijos de vanidad es que se ponen a considerar las propriedades de las estrellas, la influencia de los planetas, el movimiento de los orbes, y no quieren considerar a sí mismos, de la qual consideración sacarían hartos provechos, porque de ponerse el hombre a pensar en las cosas estrañas viene a olvidar las suyas proprias. ¡O!, si considerássemos la corrupción de que somos formados, la immundicia de que somos engendrados, el trabajo infinito con que nascemos, el prolixo discurso con que nos criamos, las muchas çoçobras con que vivimos y, sobre todo, el gran peligro con que moriremos, yo afirmo y juro que en la tal consideración hallemos mill ocasiones para dessear la muerte y no una para alargar la vida.

Ocúpense los hijos de vanidad muchos años en las academias, y allí deprendan rethórica, exercítense en philosophía, lean a Platón, oyan a Aristóteles, deprendan de coro a Homero, estudien en Cicerón, escudriñen a Tolomeo, ocúpense en Xenophón, escuchen a Tito Livio, no olviden a Aulo Gelio y sepan a Ovidio; que yo digo y afirmo que no podemos dezir que sabe poco el hombre que sabe conocer a sí mismo. Dezía (y dezía bien) Eschines el philósopho que no es la menor [796] sino la mayor parte de philosophía conocer el hombre para qué es su persona; porque si el hombre considerasse profundamente qué cosa es hombre, más cosas hallaría dentro de sí mismo que le combidassen a humillarse que no que le incitassen a ensobervecerse. Si lo miramos sin passión y si lo examinamos con razón, yo no sé qué ay en el hombre. ¡O!, mísera y frágil naturaleza humana, la qual tomada por sí vale poco y comparada a otra cosa vale menos; porque el hombre vee en los animales muchas cosas de que les aver embidia y los animales veen en el hombre muchas más de que le tener manzilla.

Dexada aparte la excellencia del ánima racional y la esperança que tenemos de la vida eterna, si se coteja el captiverio de los hombres con la libertad de los animales, con razón podremos dezir que los animales viven una vida plácida y la que los hombres viven no es sino una muerte prolixa. Si nos paramos a considerar desde que el hombre nace y el bruto animal nace, fasta que el hombre muere y el bruto animal muere, en quántas más cosas fueron mejorados los animales que no los hombres, con razón podremos dezir que naturaleza se uvo con los animales como piadosa madre y a nosotros nos trató como injusta madrastra. Comencemos, pues, a contar muy particularmente el origen del uno y el principio del otro, y veremos quán bien fueron dotados los animales y quán deseredados quedaron los míseros hombres. [797]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Antonio de Guevara
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