La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XLII
En el qual Marco Aurelio prosigue su carta y persuade por muy notables razones a todos los que viven en el mundo que se guarden del mundo, y, si lo que dixo arriba fue sabroso de leer, esto es muy digno de a la memoria encomendar.


Dime, yo te ruego, Torcato: ¿qué quieres tú más oýr?, ¿qué quieres tú más ver?, ¿qué quieres tú más saber para conocer al mundo de ver cómo hasta agora te ha tratado el mundo? Pidíasle reposo, dávate trabajo; pidíasle honra, hazíate infame; pedíasle riquezas, dávate pobreza; pedíasle alegría, dávate tristeza; pidíasle ser suyo y él dávate de mano; pidíasle vida y él dávate muerte. Pues si es verdad que te ha tratado desta manera, ¿por qué lloras por tornar a perderte a su causa? ¡O, mundo immundo, quán lexos estás de lo justo y quán lexos ha de estar de ti el que quiere ser justo; porque naturalmente eres amigo de novedades y enemigo de verdades! Una de las lectiones que el mundo lee a sus hijos es que para ser verdaderos mundanos no han de ser muy verdaderos, lo qual assaz nos muestra la experiencia; porque el hombre que anda muy metido en el mundo siempre ay dél sospecha no ser verdadero. Es el mundo un embaydor de malos, un verdugo de buenos; una sima de vicios, un tyrano de virtudes; un émulo de la paz, un amigo de la guerra; un agua dulce de viciosos, una hiel de virtuosos; un defensor de mentiras, un inventor de novedades; una inquietud de ignorantes y un martillo de maliciosos; un tablero de glotonía y un horno de concupiscencia; finalmente es Caribdin do peligran los coraçones y es Scila do se anegan los pensamientos. Presupuesto que éstas [854] son las condiciones del mundo, ¿es verdad que si algún mundano se quexa estar del mundo descontento que mudará él por esso el estilo? No, por cierto, y la razón desto es porque, si se despide algún mundano de su casa, están diez mil livianos a su puerta.

No sé quál es el hombre cuerdo que con tales condiciones quiere vivir con el mundo, pues son muy pocos los vicios que allí gozamos, respecto de los tormentos que padescemos. Yo no digo que lo oýmos con los oýdos, ni lo leýmos en los libros, sino que lo vemos con nuestros ojos a unos hombres resvalar y perder la hazienda; a otros tropeçar y perder el crédito; a otros caer de ojos y perder la honra; a otros atollar y perder la vida. Y, visto esto todo por todos, ¿piensa cada uno ser libre por previlegio do ninguno fue previlegiado? ¡O!, mi Torquato, de una cosa te hago cierto, y es que son de tan mala yazija los hombres de quien nascimos, es tan fiero animal el mundo con quien vivimos, es tan enconada serpiente la fortuna con quien tratamos; que, a mejor librar, o acoceados de sus pies, o mordidos de sus dientes, o arañados de sus uñas, o enconados de su ponçoña, ninguno toma la muerte, ni menos escapa la vida.

Por ventura me podrás dezir que tú has visto alguno en Roma, el qual passó muy larga vida sin que le mostrasse algún mal siniestro fortuna. A esto te respondo que al tal hombre más le has de tener manzilla que no embidia, ca no es por su dicha sino por su mayor desdicha; porque es el mundo tan malicioso, que a tal tiempo aguarda de armarle la çancadilla, de do después le derrueque con mayor lástima. Más aýna mueren los hombres muy sanos con enfermedad de pocos días que no los hombres secos y flacos con enfermedad de muchos años. Por esta comparación quiero dezir que, pues el hombre no puede escapar ni vivir sin trabajos, más vale que los guste pocos a pocos que no de tropel se le entren por su casa juntos. ¡O!, quán aborrecido deve estar de los immortales dioses el hombre que no sabe qué cosa son en este mundo trabajos; porque sólo aquél deve temer a la fortuna que no sabe a qué sabe fortuna. Pues los dioses lo quisieron permitir, y en tu desdicha uvo de caer, en que te hallasses [855] con más peligro do pensavas estar más seguro, como a hombre desdichado razón es te apliquemos algún socrocio porque no pierdas la fama buena, pues has perdido la hazienda mala.

Dime, yo te ruego, Torquato: ¿por qué te quexas como enfermo?, ¿por qué das bozes como loco?, ¿por qué sospiras como desesperado?, y ¿por qué lloras como niño? ¿Saliste del camino y quéxaste averle errado? ¿Navegas por las mares bravas y maravíllaste que te envistan las ondas? ¿Subiste por el rebentón y congóxaste de que te cansas? ¿Entraste por las çarças y no quieres que se te rompan las ropas? ¿Caminas por los pedregales y escandalízaste de que tropieças? ¿En el risco más alto de la montaña pensaste allí tener más segura la vida? Por esto que he dicho quiero dezir que el obstinado servicio que heziste al mundo, ¿pensaste que te le avían de pagar los dioses del cielo? ¿Quieres tú que la fortuna te dé un salvoconduto, siendo como ella es enemiga de muchos, no te le podiendo dar naturaleza que es madre de todos? ¡O!, mi Torquato, lo que no te puede prometer naturaleza, tu piadosa madre, ¿pensavas que te lo avía de dar la fortuna, que es tu muy injusta madrastra? ¿Impossible es que para siempre nos prometa la mar seguridad, el cielo serenidad, el verano nieves y el invierno flores? Por cierto, no. Nota, nota, amigo mío Torquato, que todos los cursos naturales son subjetos a mudança cada año, pero todos los mundanos han de padecer eclipsi cada momento. Pues los bienes naturales no pueden estar siempre en un ser, siendo necessarios, justa cosa es perezcan los bienes de fortuna, pues son superfluos. Muy injustos fueran los dioses si lo que es en daño de tantos hizieran perpetuo, y lo que es en provecho de todos criaran caduco.

No quiero traer a la memoria más la prosperidad que tuviste en el tiempo passado, sino que tratemos de cómo te trata fortuna en el tiempo presente. La sospechosa fortuna quando a tu puerta hazía almoneda, ella sabiendo lo que vendía y tú no conociendo lo que compravas, diote lo caro barato y lo barato te vendió caro; diote lo agro por dulce y lo dulce te tornó agro; lo malo te dio por bueno y lo bueno te tornó por malo; finalmente engañóte en el justo precio, tú no pensando [856] que recebías engaño. No podemos menos hazer los que sin passión este caso emos de juzgar, sino que, si condenamos a la fortuna de maliciosa en el vender, emos de notar a ti de simple en el comprar; porque en la tienda de la fortuna toda mercadería es sospechosa. ¡O!, tristes de nosotros (digo los que con el mundo tratamos), ca no se venden sino mentiras en esta feria, y no se fían sino sobre prendas de nuestra fama, no se pagan sino con el escote de nuestra vida, no nos dan cosa por peso y medida. Los factores desta feria es una gente vagamunda; y lo peor de todo es que, sabiendo como saben que con la fortuna han de perder, a porfía quieren todos de su tienda comprar. Date bien al mundo, ama mucho al mundo, sirve bien al mundo, sigue mucho al mundo, siente bien del mundo; que al fin de la jornada tal qual es el mundo, tal te dan el pago. Querría yo entrar en cuenta no con el mundo, que al fin es mundo, sino con los mundanos amadores del mundo; porque o él es bueno, o él es malo. Si el mundo para ellos es bueno, ¿de qué se quexan?; si el mundo les es malo, ¿por qué le siguen? No pueden (aunque quieren) dexar de confessar uno de dos errores en que están los mundanos caýdos, conviene a saber: que sirven a mal amo o murmuran de buen señor. Dime, amigo mío Torcato, ¿qué es lo que esperavas, pues al mundo tanto tiempo rostro hazías?

Treynta y dos años serviste al mundo y estuviste en su gracia; tiempo era ya que entre ti y él uviesse alguna renzilla. Entre abuelos y nietos, entre padres y hijos, entre tíos y sobrinos vemos grandes debates cada día, ¿y pensavas tú que entre ti y la fortuna la paz avía de ser perpetua? A Belo, rey de los assirios, no le dio sino siete años de prosperidad; a la reyna Semíramis, solos seys; a Labela, rey de los lacedemonios, cinco; al rey de los caldeos, quatro; al Magno Alexandro, tres; a Amílcar, el gran cartaginense, dos; y a nuestro Gayo romano, sólo uno; y a infinitos otros no les dio ninguno. Si el mundo fuesse pacífico, ya no sería mundo; si el mundo fuesse constante, ya no sería mundo; si el mundo fuesse sobrio, ya no sería mundo; si el mundo fuesse verdadero, ya no sería mundo; si el mundo fuesse corregible, ya no sería mundo; finalmente digo que no por otra cosa es el mundo mundo, sino porque [857] con verdad no ay en él cosa digna de ser amada, ni ay cosa que no merezca ser reprehendida. Si tú fueras cuerdo y conocieras algo del mundo, en todo el discurso de los treynta años nunca comieras sin cuydado, ni anduvieras sin cautelas, ni hablaras sin sospecha, ni dormieras sin sobresalto, ni aun te fiaras de qualquier amigo; porque los hombres avisados siempre piensan en que sus enemigos los pueden engañar, en que ellos mismos pueden errar y en que la fortuna los puede empecer.

Yo no sé si está en ser dichoso el mundo o está en ser locos los mundanos, ca si un estraño, o un vezino, o un pariente, o un amigo, o nuestro proprio hermano nos enoja no nos queriendo enojar, jamás aunque nos lo ruega le queremos perdonar; y al mundo, que a sabiendas nos persigue, no le dexamos de seguir, por manera que contra los mosquitos sacamos la espada y a los elefantes queremos matar con una aguja. No ay igual mal en el mundo que es pensar que todas las cosas tiene el mundo en estremo; porque si estamos baxos, siempre sospiramos por subir; si estamos altos, siempre lloramos con temor de caer. Tiene tantos despeñaderos el mundo, y sabemos tan mal tenernos en ellos los mundanos, que, apenas somos caýdos, quando de pies y manos de los vicios nos vemos atados, do nuestra libertad corre tanto peligro. Tiénenos el mundo presos en tan rezio cativerio, a que todos nuestros males con un bramido como bestias los mostramos sentir, pero no como hombres los osamos dezir. No sé en qué está esto, ca veo a unos que se van a caer, veo a otros se querrían remediar, veo a muchos que se querrían valer, veo a todos que se saben quexar; pero al fin no veo a ninguno que se sepa valer.

Estas pocas cosas te he escripto no por más de que vivas de aquí adelante con mayor cuydado, que, como tú sabes, no te digo aquí cosa de la qual no tenga larga esperiencia. El potro que me embiaste salió muy bueno, en especial en el parar de la carrera es muy agraciado. Aý te embió dos mil sextercios con que al presente remedies tus trabajos. Avida oportunidad de lo que toca a tu destierro, yo lo despacharé en el Senado. No te digo más, sino que la consolación de los dioses y el [858] amor de los hombres sea contigo, Torcato; la assechança de los malos y la yra de las furias se aparten de mí, Marco. Mi Faustina te saluda, y de su parte y de la mía a tu suegra Sophonisa y a tu hija Amilda nos recomienda. Marco del monte Celio escrive a ti, Torcato, de su propria mano. [859]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

<<< Capítulo 41 / Capítulo 43 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org