Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Historia de la Filosofía
La Filosofía de los pueblos orientales

§ 12

La Filosofía búdhica

La idea fundamental del budhismo y del brahmanismo es una misma: el problema que sirve de punto de partida, de substancia y de coronamiento al uno y al otro, es idéntico en el fondo. El brahmanismo y el budhismo plantean el siguiente problema: «la existencia humana es un sufrimiento; este sufrimiento es resultado y consecuencia de transmigraciones pasadas, y antecedente y causa de otras transmigraciones subsiguientes del alma a través de toda clase de cuerpos, de lugares y condiciones. La suprema perfección y [38] felicidad del hombre consiste en librarse de estas transmigraciones o cambios en el modo de ser». Hasta aquí marchan de acuerdo el brahmanismo y el budhismo, y su oposición aparece solamente al tratarse de la solución final del problema. El primero dice: «la cesación de la transmigración y de los sufrimientos que la acompañan, y por consiguiente la suprema perfección o felicidad del hombre, se verifica por medio de la absorción en Brahma, por medio de la reversión o reentrada del hombre en el Ser Absoluto, único y supremo». El segundo dice: «Esa cesación o libertad de la transmigración y del sufrimiento se verifica por medio del Nirvana, es decir, por medio de la extinción o aniquilamiento de la existencia individual».

Por más que a semejante conclusión se resista instintivamente nuestra conciencia cristiana, y por más que algunos budhófilos se esfuercen en probar lo contrario, no cabe poner en duda que éste y no otro es el sentido real del Nirvana, por parte del budhismo original y primitivo, según todos los indicios internos y según el testimonio de los más autorizados indianistas. «Como (Budha) jamás habla de Dios, el Nirvana no puede ser para él la absorción del alma individual en el seno de un Dios universal, según creían los brahmanes ortodoxos: como tampoco habla de la materia, su Nirvana no puede ser tampoco la disolución del alma humana en el seno de los elementos físicos. La palabra vacío, que aparece ya en los monumentos que, según indicios de todo género y de mucho peso, son los más antiguos del budhismo, me induce a pensar que Sakya vio el bien supremo en el aniquilamiento completo del principio pensador. Se lo representó, [39] según se desprende de una comparación frecuentemente usada por el mismo Budha, como el apagamiento o desaparición de la luz de una lámpara que se apaga {10}».

Por otra parte, esta significación y sentido del Nirvana se hallan en perfecta consonancia con el ateísmo, que constituye uno de los caracteres fundamentales del budhismo primitivo. Y decimos del budhismo primitivo, porque es sabido que, andando el tiempo, y por una especie de reacción natural del espíritu humano contra la negación de Dios, apareció en el seno del budhismo una escuela teísta, que proclamó la existencia de Adibudha o Dios supremo. Pero cuando apareció esta concepción, habían pasado mil quinientos años sobre el budhismo, puesto que el famoso indianista húngaro Csoma de Cörös demostró, con la autoridad y textos de los libros búdhicos de la colección tibetana, que la creencia en un Adibudha se introdujo en la India central después del siglo X de la era cristiana.

A pesar de las negaciones y atenuaciones de A. Remusat, Bunsen y algunos otros, el testimonio casi unánime de los orientalistas más acreditados, no permite dudar del ateísmo búdhico. Schmidt, lo mismo que Hodgson, Csoma de Cörös y Burnouf, convienen en que los monumentos más auténticos del budhismo primitiva, nada hay que se parezca a la concepción ni afirmación de un Dios supremo, y mucho menos de un Dios personal y trascendente. Los [40] Soûtras, o discursos de Budha, expresión la más genuina de sus ideas y predicaciones, prescinden por completo de todo teísmo, y se contentan con dejar el paso libre a las diferentes divinidades brahmánicas, inferiores al Ser primitivo o Brahm, sin perjuicio de rebajarlas de una manera paulatina e insensible al papel de genios y manifestaciones humanas.

Burnouf observa, con razón, que la doctrina de Budha es una doctrina que se coloca enfrente del brahmanismo, como una moral sin Dios y como un ateísmo sin naturaleza; es decir, que niega y excluye, o al menos prescinde del mundo externo. Budha admite, en verdad, la pluralidad y la individualidad de las almas humanas que enseñaban los Samkhyas; admite también la transmigración de éstas, que enseñaban los brahmanes; pero al propio tiempo rechaza y niega el Dios eterno de éstos últimos, y rechaza también la naturaleza eterna de la escuela Samkhya. Todos sus afanes y esfuerzos se dirigen a buscar y señalar los medios conducentes para libertar al alma humana de los sufrimientos inherentes a la existencia, que es el problema fundamental y general para todas las escuelas y religiones de la India. Budha no apela, para resolver el gran problema, ni a la doctrina de los Samkhyas, que buscaban la redención final del alma en su separación completa de la naturaleza, o si se quiere, de toda realidad objetiva, ni a la absorción perfecta de la misma en el seno y substancia de Brahma, que constituía la solución de los adoradores de éste, sino que busca la solución del problema, la redención del alma, su verdadera y absoluta libertad del mal, en el aniquilamiento de su existencia relativa, la cual se extingue y [41] desaparece en el Vacío absoluto e infinito. Esta observación de Burnouf, aparte de otras razones que la abonan y la confirman, se halla en perfecta armonía con el sistema nihilista que representa una de las escuelas más importantes del budhismo, según veremos.

Añádase ahora que, si es cierto que entre las varias sectas o escuelas que nacieron y se desarrollaron en tiempos posteriores en el seno del budhismo, hay alguna teísta, no es menos incontestable que la escuela de los Svabhavikas, considerada por Hodgson, Burnouf y los indianistas más autorizados, como la escuela filosófica más antigua del budhismo, y como la expresión genuina de su pensamiento metafísico, es completamente atea y también materialista. Para los Svabhavikas no hay más Dios que la Naturaleza, con sus energías o fuerzas innatas (Fuerza y materia de Büchner o del positivismo contemporáneo), una de las cuales es lo que llamamos inteligencia, sin que exista principio o ser alguno espiritual.

Cuanto hasta aquí dejamos dicho acerca del Nirvana y del ateísmo, como caracteres fundamentales y primitivos del budhismo, recibe confirmación y se halla en consonancia con la idea metafísica del mismo, con las afirmaciones más importantes y explícitas de la Filosofía búdhica. Los que se hayan ocupado en estas materias, saben que el Pradjñâ pâramita contiene el fondo doctrinal más autorizado, canónico, por decirlo así, de la metafísica budhista, y saben también que en las cuatro secciones y en los varios compendios de esta obra se tropieza a cada paso con pasajes en que se enseña terminantemente el nihilismo más absoluto. «La sensación, se dice en uno de estos pasajes, [42] la idea y los conceptos mismos, ¡oh Bhagavat!, son la ilusión. No, Bhagavat; la ilusión no es una cosa, y el conocimiento otra cosa: el conocimiento mismo, ¡oh Bhagavat! Es la ilusión, y la ilusión misma es el conocimiento {11}». Y más adelante se añade: «No existen ni criaturas que puedan ser conducidas al Nirvana, ni criaturas que conduzcan al Nirvana». Con razón dice Burnouf, después de citar varios pasajes del Pradjñâ pâramita, que el contenido real y el fin propio de estos libros no es otro sino «establecer que el objeto cognoscible o la perfección de la sabiduría, no tiene existencia real, como tampoco la tiene el objeto que trata de conocer, ni el sujeto que conoce, o sea el Budha. Tal es, en efecto, la tendencia común de todas las redacciones del Pradjñâ. Cualquiera que sea la diferencia de desenvolvimientos y circunlocuciones en que se envuelva el pensamiento fundamental, todas terminan en la negación igual del sujeto y del objeto {12}». Enséñase igualmente en el Pradjñâ pâramita, que la existencia de los seres es debida a la ignorancia, que no sabe que no tiene existencia real. Si a esto se añade que la escuela Madhyamika profesa como dogma capital el vacío o la nada absoluta, tendremos que el ateísmo y el nihilismo representan los sistemas fundamentales y más genuinos del budhismo primitivo, y que pueden considerarse como premisa y consecuencia a [43] la vez del Nirvana, en el sentido de aniquilamiento o extinción de la existencia. Y téngase en cuenta que a esa escuela Madhyamika, que tiene la nada o la negación de toda realidad por dogma fundamental, perteneció el famoso Nâyârdjuna, autor o compilador del Tripitaka, es decir, de lo que constituye lo que pudiéramos llamar la biblia del budhismo.

Como quiera que el materialismo acompaña siempre al ateísmo, excusado parece advertir que este sistema tuvo también muchos partidarios entre los secuaces del budhismo, hasta el punto que Hodgson pudo decir con verdad que «en opinión de la mayor parte de los budhistas, y principalmente de los naturalistas, el espíritu no es más que una modificación de la materia».


{10} Burnouf, Introduction a l’hist. du Budhisme indien, página 520.

{11} En otra parte se dice, aludiendo a Bhagavat o al sabio y dichoso: «Él enseñará la Ley para destruir estas grandes doctrinas y otras, a saber, la doctrina del yo, la de las criaturas, la de la vida, la de la individualidad, la del nacimiento... la de la eternidad del cuerpo».

{12} Introduc. à l`hist. du Bud, pag. 483.

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Zeferino González Historia de la Filosofía (2ª ed.)
Madrid 1886, tomo 1, páginas 37-43