Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Historia de la Filosofía
Primer periodo de la filosofía griega

§ 32

Heráclito

Este notable filósofo, que floreció en Éfeso por los años 500 antes del Cristianismo, pertenece a la escuela jónica por su patria y por el fondo de su doctrina; pero sembró en ella gérmenes que desarrollaron sus sucesores, y pensamientos nuevos y superiores a los que hasta entonces habían dominado en esta escuela. Y, en efecto, según Heráclito,

1º La substancia común y el elemento primordial de todas las cosas es el fuego, o una substancia etérea, ígnea y sutil, substancia que, a juzgar por las propiedades y efectos que le atribuye, es principio, [113] medio y fin de las cosas. Bajo este punto de vista, la doctrina del filósofo de Éfeso coincide con la general de la escuela jónica.

2º Todos los seres deben considerarse, y son en el fondo, meras transformaciones y derivaciones de este fuego primitivo, y, a su vez, estos mismos seres o substancias se convierten en fuego etéreo, por medio de combinaciones varias y de transformaciones, ya depurativas, ya descendentes.

3º Estas transformaciones son fatales y universales: fatales, porque están sujetas al Destino, o sea a una ley fatal e indeclinable, la cual es independiente de los dioses y de los hombres: son universales, por cuanto se extienden a todos los seres sin excepción. El universo puede, por lo tanto, considerarse como el resultado de dos grandes corrientes; una cuyo proceso es de arriba abajo (transformación del fuego primititivo en aire, en vapor, en agua, tierra, &c.), y otra cuyo proceso es de abajo arriba (transformación de las piedras y metales en agua, de ésta en vapor, de éste en aire, de éste en fuego, &c.); de manera que todas las cosas salen del fuego o éter primitivo, y vuelven a él en periodos determinados.

4º El éter o fuego, que es Dios mismo, y que constituye el fondo esencial y la substancia primera del mundo, permanece eternamente, pero la colección o conjunto de los seres que constituyen el universo aparece y desaparece periódicamente: desde este punto de vista, el mundo nace y muere, comienza y acaba a intervalos determinados y periódicos.

5º Así como en el momento que concebimos pro priori a la primera derivación, o sea al desarrollo del [114] primer mundo, sólo existía el fuego primitivo, eterno y divino (Dios), así cada vez que un mundo desaparece por medio de la combustión, una vez terminada su evolución periódica (Estoicos), sólo queda Dios, o sea el fuego divino y eterno en su estado primitivo, en el cual y por medio del cual comienza la formación del mundo segundo, al cual sucederá un tercero, y así sucesivamente desde la eternidad y hasta la eternidad. De aquí se infiere que la esencia de las cosas, en cuanto distintas del fuego primitivo, el ser del Universo, en cuanto conjunto de naturalezas finitas, determinadas y especiales, consiste en el flujo y reflujo perpetuo, en el movimiento continuo de las mismas; es un ser-movimiento, fluens semper, como escribe Aristóteles.

El mundo, como ser permanente, es una mera ilusión de los sentidos. La esencia de las cosas consiste en el cambio continuo, en el hacerse (fieri), en el tránsito perenne del no ser al ser y del ser al no ser, o mejor, en la amalgama transeunte y variada a cada instante del ser y del no ser.

6º La vida vegetal, la animal y la intelectual, son manifestaciones diferentes del fuego celeste o primitivo, resultantes del choque y de la combinación de las dos corrientes (de arriba abajo y viceversa) que se desarrollan en el seno de aquella substancia primordial y que constituyen su ley general. El bien y el mal, la vida y la muerte, el ser y el no ser, se confunden e identifican en la armonía universal (Hegelianismo, la idea = fuego primitivo; la ley dialéctica = el destino), la cual resulta de la lucha y contradicción de las dos corrientes contrarias ya indicadas, de las cuales la una tiende a transformar el éter en materia terrestre, [115] y la otra tiende a transformar ésta y sus derivados en fuego etéreo, en ser divino.

7º El alma humana es una emanación superior del fuego celeste y primitivo; es más perfecta a medida que es más seca, etérea y sutil, y se renueva, se desarrolla y conserva unida a ese fuego primitivo por medio de la sensación y respiración. Lo mismo, en proporción, debe decirse de los dioses, genios y demonios que pueblan el mundo.

8º Además de los sentidos, el alma humana posee la razón, que es como una semejanza y derivación inmediata de la razón divina (el fuego primitivo), y un órgano de percepción superior a los sentidos.

9º Por medio de esta razón el hombre puede percibir lo verdadero, lo que es eterno y permanente en el perpetuo flujo de las cosas, es decir, el fuego primitivo y la ley fatal del Destino, únicas cosas que se pueden denominar permanentes en la teoría de Heráclito.

10º Toda vez que los sentidos perciben solamente las cosas que pasan o varían sin cesar, son incapaces de percibir la verdad, y toda ciencia que se apoye en el testimonio y percepción de los sentidos es de suyo falsa y engañosa.

<<< >>>

www.filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2002 www.filosofia.org
Zeferino González Historia de la Filosofía (2ª ed.)
Madrid 1886, tomo 1, páginas 112-115