Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Historia de la Filosofía
Segundo periodo de la filosofía griega

§ 56

Crítica

Ya dejamos indicado que el mérito principal de la doctrina de Sócrates consiste en haber tomado como punto de partida de la Filosofía la observación psicológica, y en haber dirigido la investigación filosófica hacia la moral y la teodicea. El método psicológico y la concepción ético-teológica constituyen los dos [207] elementos principales y el carácter fundamental de la Filosofía socrática.

Aparte de lo dicho, y en un orden secundario, Sócrates tiene también el mérito de haber destruido la sofística, atacándola en sus principios, en sus conclusiones, y sobre todo en sus procedimientos: de haber enseñado teórica y prácticamente la sobriedad científica, combatiendo a la vez las exageraciones del dogmatismo y del escepticismo: de haber puesto término a la anarquía intelectual y a la confusión de ideas introducidas y aclimatadas por los sofistas, gracias al método riguroso que seguía en sus discusiones, procediendo de lo conocido a lo desconocido, por gradaciones lógicas, y procurando, ante todo, definir las palabras y las cosas; de haber sacado a la Filosofía del terreno puramente individualista y subjetivo en que la habían colocado los sofistas, para colocarla y asentarla en el terreno de la universalidad, de la inmutabilidad, de la objetividad. El yo individual que servía de objeto a las especulaciones de la sofística, cede el lugar al yo universal, al yo de la especie humana, a la conciencia del género humano; pero, sobre todo, Sócrates no se detiene, como los sofistas, en el conocimiento como fenómeno subjetivo, sino que se sirve de éste para llegar a la realidad objetiva.

En la parte metodológica introdujo Sócrates dos innovaciones que avaloran y distinguen su Filosofía. Tales son las que se refieren al uso de las definiciones, ora nominales, ora reales, y al procedimiento por inducción. Sin ser enteramente desconocidos, eran poco e inexactamente usados estos dos instrumentos para la investigación de la verdad; pero Sócrates les [208] dedicó atención preferente, haciendo frecuente uso de los mismos, especialmente del primero, en sus luchas y discusiones con los sofistas.

En este orden de ideas, o sea desde el punto de vista del método, la Filosofía de Sócrates representa y entraña un progreso real y una de sus manifestaciones más importantes, más prácticas y más duraderas en el movimiento histórico-filosófico. El maestro de Platón combate sin descanso, por medio de definiciones, la falsa ciencia de los sofistas: la posibilidad y existencia de una ciencia real, objetiva e inmutable de las cosas, constituye su afirmación capital enfrente de las teorías negativas de los sofistas, y si alguna vez parece coincidir con éstos en sus doctrinas, trátase sólo de coincidencias aparentes y de argumentos ad absurdum o ad hominem, para poner de manifiesto la vanidad y petulancia de sus conocimientos. Para todo historiador serio de la Filosofía, es innegable que a Sócrates pertenece el honor y el mérito de haber transformado en criticismo filosófico el escepticismo intemperante de los sofistas, o, digamos mejor, de haber sustituido a las discusiones escépticas de éstos la crítica racional y científica.

Al lado de todas estas ventajas y excelencias, la Filosofía de Sócrates envuelve el grave defecto de ser una Filosofía esencialmente incompleta. Para el filósofo ateniense no hay más ciencia posible, ni más Filosofía digna de ese nombre, que la ciencia ético-teológica. Las ciencias naturales y matemáticas, o no existen, o no tienen importancia y utilidad propia. El mundo físico, y hasta el mundo antropológico y el mundo divino, si se exceptúa la fase moral de los dos últimos, [209] son objetos que no se hallan al alcance de nuestra ciencia. Nuestros conocimientos físicos, antropológicos, metafísicos y teológicos carecen de valor objetivo y científico, si se los considera en el orden especulativo y con separación del orden moral. La naturaleza, atributos y destino del alma, lo mismo que la naturaleza, atributos y hasta la existencia de Dios, nos son conocidos porque y en cuanto envuelven relación necesaria con el orden moral; porque y en cuanto la conciencia y la ley moral no podrían existir si no existiera Dios. En una palabra: para Sócrates, lo mismo que para Kant en los tiempos modernos, la razón práctica y la ley moral constituyen el único criterio seguro para llegar a la realidad objetiva y a la existencia de Dios. Si el maestro de Platón hubiera puesto por escrito su Filosofía, pudiera haberlo hecho escribiendo una Crítica de la razón pura y una Crítica de la razón práctica, que hubieran tenido muchos puntos de contacto con las del filósofo de Koenisberg, especialmente en la parte relativa a la subordinación de la verdad especulativa a la verdad práctica, de la realidad metafísica a la realidad moral.

Hay, sin embargo, un punto o problema de trascendental importancia, que entraña profunda aunque parcial diferencia, entre la Filosofía de Sócrates y la de Kant, y es el que se refiere a la existencia y naturaleza de las causas finales. El maestro de Platón, no solamente establece y afirma la existencia de las causas finales, sino que el principio teleológico le sirve para probar y explicar la existencia y atributos de Dios, origen, razón y término de aquella causalidad; le sirve igualmente para explicar la existencia, naturaleza y [210] el orden del mundo, y le sirve también para investigar y fijar el origen, los caracteres y condiciones del orden moral. El filósofo de Koenisberg rechaza la finalidad trascendente, la existencia y atributos de la causalidad final en el sentido socrático, y sólo admite, como es sabido, una especie de finalidad inmanente, que se acerca mucho a la evolución darwiniana, y que nada tiene de común con la teoría teleológica de Sócrates.

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Zeferino González Historia de la Filosofía (2ª ed.)
Madrid 1886, tomo 1, páginas 206-210