Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Historia de la Filosofía
Tercer periodo de la filosofía griega

§ 111

Gnosticismo antijudaico

Marción, natural de Sinope, en el Ponto, es el principal representante del gnosticismo que hemos llamado antijudaico, a causa del antagonismo absoluto que establece entre el Cristianismo y el judaísmo. El Dios del Evangelio, lejos de ser el mismo Dios que adoraban los judíos, es, no ya sólo distinto, sino antitético al mismo en su ser, en sus atribitos, en sus obras y en sus manifestaciones. El primero es el Dios supremo, el Ser inefable y absolutamente puro que excluye toda comunicación con la materia, el Dios de paz, de bondad y de amor, mientras que el segundo es un Dios inferior e imperfecto, organizador de la materia y del mundo. Nada hay de común entre la ley mosaica y la Ley evangélica, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Jesucristo no es el Mesías anunciado por Moisés y los profetas judíos; pues éstos sólo hablaron de un Mesías humano y temporal, que debía darles el imperio del mundo. Ni Moisés, ni los patriarcas, ni los profetas del Antiguo Testamento, conocieron al Dios supremo y verdadero, sino al Demiurgo o Dios inferior. Cristo es el Dios supremo y verdadero, que apareció repentinamente, es decir, sin antecedentes [472] ni preparación mosaica, bajo el reinado de Tiberio, con la apariencia y figura de hombre; pero sin cuerpo real ninaturaleza humana, sin nacer de la Virgen realmente; porque el Dios supremo no puede tener comunicación alguna con este mundo material, ni sujetarse a las leyes de un mundo producido por el Demiurgo o Dios de los judíos.

La materia es eterna y el origen del mal. La impotencia relativa del Demiurgo, junto con la imperfección esencial y la malicia inherentes a la materia, son una doble causa de la imperfección grande del mundo visible, pero con particularidad de la imperfección del hombre, el cual, si hoy puede obrar bien y elevarse en conocimiento y verdad, entrando en el orden divino, es en virtud de la revelación y acción del Cristo; pues considerado el hombre según salió de las manos del Demiurgo, se halla sometido al imperio del mal y de los malos espíritus, sin poder resistirles: su impotencia en este concepto es tal, que no puede elevarse al conocimiento del Dios Supremo y verdadero, ni siquiera sospechar su existencia.

Por lo dicho se ve que el pensamiento fundamental del gnosticismo de Marción es la ruptura completa, al antítesis radical entre el Cristianismo y el judaísmo, y que la concepción dualista le sirve de base filosófica para llegar a la antítesis teológica. Como es consiguiente y lógico, la moral del gnóstico de Sinope es una derivación de su concepción dualista, y por eso le vemos enseñar que, para ser verdadero discípulo de Cristo, es preciso librarse de los lazos de la materia y rechazar toda comunicación con ella; que es lícita la comida de carnes, y que el matrimonio es una [473] institución reprobada por Dios, y propia de los hombres que siguen las inspiraciones del Demiurgo y las condiciones de imperfección y de mal que pertenecen al mundo por él producido.

Es digno de notarse que Marción, mientras que por un lado exageraba en sentido exclusivista la importancia y elevación del Cristianismo, por otro negaba y destruía su esencia misma, negando la realidad de la encarnación, de la pasión y de la redención por parte del Hijo de Dios, y reduciéndolas a una especie de fantasmogoría. Y es digno de notarse también que esta idea de reducir a meras apariencias (docetismo) la vida y las acciones de Cristo, es idea adoptada generalmente por la mayor parte de las sectas gnósticas, sin perjuicio de separarse y combatirse sobre otros puntos. Esto prueba que la redención del hombre, según la enseña la fe católica, el gran misterio de Cristo crucificado, fue y será siempre de escándalo para el judaísmo carnal, misterio de locura para la ciencia del paganismo: judaeis quidem scandalum, gentibus autem stultitiam.

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Zeferino González Historia de la Filosofía (2ª ed.)
Madrid 1886, tomo 1, páginas 471-473