Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX [1927]
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2000
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Capítulo XVI
El siglo XVIII

§ VII
Filósofos prácticos

La teosofía: Martínez Pascual. –Buendía y Ponce. –Jove-Llanos. –Cascallana. –Peñalosa. –Juan Francisco de Castro. –El P. Guzmán. –Álvarez de Toledo. –Hervás. –Arteaga. –Mayans. –O'Conry. –Noriega. –Zambrana.

Los filósofos que, no atreviéndose a enfocar el problema lógico ni el ontológico, se conforman con aplicar a la [378] práctica los corolarios de una escuela, sin discutir su fundamento, forman como en la anterior centuria lucida pléyade de pensadores, en realidad de orden inferior, pero no exentos de mérito ni menos significativos de la psicología nacional.

El orientalismo, desterrado de la conciencia general desde los postreros místicos, reaparece en el dominicano (portugués, según otra opinión) Martínez Pascual, fallecido en Puerto Príncipe el año 1779 y autor del Tratado de la reintegración de los seres en sus primeras propiedades, virtudes y potencias espirituales y divinas (París, 1899). Fundó este original personaje una Logia llamada de la Beneficencia, donde se practicaban estudios de ocultismo. Su doctrina no ofrece sello especial dentro de las lucubraciones teosóficas y la parte conocida de su tratado desenvuelve dos puntos principales, la emanación y el pecado original. A la doctrina cabalística, unían los adeptos prácticas teúrgicas y medianímicas hasta llegar, si era factible, a la intuición directa del Verbo.

Entre sus discípulos directos e indirectos, apellidados martinezistas, philaletas, Grandes Profesos, &c., se contaron hombres tan notables como el abate Fournié, Claudio Saint Martin el príncipe de Hesse, el conde de Bernstorf, Cazotte, F. von Baader, H. Stern, el conde de Haute-rive y otros. Los que sobrevivieron al maestro continuaron la labor propagandista por Francia y Alemania. En realidad pude haber omitido su nombre, pues ni nació en la península hispánica ni vivió en ella, ni en España logró discípulos ni influyó lo más mínimo en la intelectualidad española totalmente realista y ortodoxa.

No osaríamos llamar filósofo al eminente facultativo D. Francisco Buendía y Ponce (1721-800), siquiera sus numerosos y admirables trabados de topografía médica, higiene pública, climatología y materia farmacéutica hayan influido en la mentalidad nacional más que todas las sutilezas escolásticas. Sin embargo, hay dos entre sus escritos que entran de lleno en la forma moderna de estudiar la [379] psicología y pudieran estimarse precursores del novísimo método de Freud: una oración elegantísima acerca de los celos y otra sobre el origen de los ensueños, impresas ambas en Sevilla, ciudad natal del autor.

Los sueños pueden ser de tres clases, pero todos nacen de las especies comunicadas por los sentidos a la imaginación, la cual los percibe de modo confuso a causa del estado de laxitud en que el reposo sume al organismo. Eso explica su irregularidad, su variedad y su extravagancia y falta de ilación.

Espíritu radicalmente contrario el de Jovellanos, propendía a construir sin romper bruscamente los lazos que unían su tiempo a los pasados. D. Gaspar Melchor de Jove-Llanos (1744-1810) nació en Gijón. Destinado a la Audiencia de Sevilla, residió en la dicha ciudad durante cinco años y, con gran disgusto suyo, se le trasladó a Madrid en 1774. En sentidísima epístola exhalaba su pesar diciendo:

Voime de ti alejando y de tu hermosa
Orilla, ¡oh sacro Betis!, que otras veces
En días ¡ay! más claros y serenos
Eras centro feliz de mis venturas.
. . .
Mas ¡ay!, lejos de ti, Sevilla, lejos
De vosotros, ¡oh amigos!, ¿cómo puede
Ser de mi corazón huésped el gozo?

A la caída de Cabarrús se vio desterrado a Asturias; en 1797 nombrado ministro de Gracia y Justicia, y poco después encerrado como reo político en el castillo de Bellver (Mallorca). Jovellanos formó parte de la Junta Central de Defensa contra Napoleón.

Sin llegar a escritor de primer orden, es Jovellanos una de las más claras inteligencias de su siglo. Su honradez, su buen sentido, su patriotismo y su ilustración rodean de simpática aureola el nombre del insigne gijonés.

Jovellanos, en el Tratado teórico-práctico de enseñanza, muestra sus aficiones a la escuela de Wolf, muy en [380] boga en su tiempo, mas su cerebro carecía de capacidad metafísica. Coincide con Locke en suponer la essentia rerum inaccesible a nuestro conocer. Toda la labor de la ontología es para él inútil y sólo produce «monstruos y quimeras». Nuestra flaca razón, sin la luz divina de la revelación, nada hubiera alcanzado, ni siquiera las verdades naturales (Or. in. del Instituto asturiano). Llamó a los innovadores feroces, blasfemos y malvados; se desató en vituperios contra la revolución francesa, y calificó a Francia de «nación loca». La soberanía nacional, base de toda escuela liberal, le parecía «herejía política»; aboga contra la libertad de pensamiento y de imprenta, y reclama la persecución «contra las sectas corruptoras». ¡Qué pena produce leer semejantes afirmaciones firmadas por hombre tan inteligente!

Libro más literario que científico parece Prolusiones philosophicae (Barcelona, 1756), debido al ingenioso Mateo Aymerich (1733-99), S. J. Da este escritor excesiva importancia a la amenidad y ornato del estilo filosófico, cualidad muy estimable para el lector, pero de menor importancia en la investigación de la verdad. Cree que una sabia libertad conviene a la docencia filosófica y declara que España sola ha permanecido fiel a Aristóteles. Todas sus demás obras refiérense a temas lingüísticos o históricos.

Luis de Cascallana y Míguez, graduado en Filosofía y en Artes por la Universidad de Sevilla, en cuyos libros consta ser hijo de la misma ciudad, Doctor en Teología por la misma ilustre Escuela y Honorario de Buenas Letras, el 8 de Febrero de 1771 leyó y dejó en la dicha Real Academia Disertación dogmática-política sobre que el Atheismo es más dañoso a la sociedad política y civil que la superstición gentílica.

Menos feliz en sus empeños, el arcediano de Segovia D. Clemente Peñalosa suscribió el desdichado engendro rotulado La Monarquía (1793), queriendo, como quien no dice nada, imitar L'Esprit des lois con el criterio diametralmente opuesto. [381]

Escaso de talento filosófico, el canónigo D. Juan Francisco de Castro emprendió la impresión de un libro enciclopédico titulado Dios y la Naturaleza, compendio histórico, natural y político del Universo (1780 y sig.), del cual «compendio» sacó a la luz diez volúmenes y llevaba trazas de nunca acabar, pues aun dejó buena parte manuscrita. Abarcó mucho, ciñó poco y no ofreció novedad alguna en la justificación de las causas finales inferidas del espectáculo de la creación.

También tiene sus pujos de novador sistemático el Padre Guzmán en su Diamantino escudo atomístico y, aunque fervoroso creyente, el poeta místico D. Gabriel Álvarez de Toledo, en su Historia de la Iglesia y del mundo, a que da carácter filosófico, deja asomar el influjo de Descartes.

El P. Lorenzo Hervás y Panduro (1735-809), insigne lingüista, publicó un tratado de antropología titulado Historia de la vida del hombre (1778-80), desprendido, cual otros varios, de su obra enciclopédica Idea del Universo (1778-88), donde estudia al hombre como ser físico, la sociedad, las razas y las lenguas, la constitución y el origen del planeta terráqueo.

El P. Esteban Arteaga, nacido en 1747 y religioso jesuita, no puede considerarse filósofo sino en el inferior escaño destinado a los filósofos de aplicación. Claro lo revela el título de su tratado fundamental Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal, considerada como objeto de todas las artes de imitación (Madrid, 1789). Su interés versaba sobre la crítica literaria y artística, especialmente musical. Tiene su criterio tangibles analogías con la escuela de Reid, en algún modo precursora del positivismo inglés. Su repugnancia al estudio de las causas, verdadero, y me atrevería a decir privativo, objeto de la especulación filosófica, señala una propensión al empirismo, siquiera no niegue la legitimidad de la investigación metafísica, aunque confesando su esterilidad hasta la fecha en que escribía, razón que lo arrastra a declarar irresolubles los temas de la génesis y constitución del ideal artístico. [382]

Hombre eruditísimo y consumado humanista, D. Gregorio Mayans y Siscar (1699-781), natural de Oliva, autor de Institutiones Philosophiae moralis (1777), con ser tan alta mentalidad, carece de importancia filosófica, aun en concepto de moralista, pues, antes que por investigador de las primeras causas, se distinguió por acertado crítico y hábil vapuleador de los pedantes e ignaros redactores de El Diario de los literatos.

D. Felipe Fernando O'Conry (1726-87), uno de los fundadores de la gloriosa Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, presentó y en sus sesiones dio lectura del siguiente trabajo: Reflexiones críticas sobre la historia y origen de la Filosofía (primera y segunda parte).

Entre los cultivadores de la filosofía aplicada, se distinguió D. José García Noriega, graduado en Cánones por la Universidad de Sevilla, su patria, el año 1767; abogado de los Reales Consejos, catedrático de la Universidad, socio de erudición de la R. S. de Medicina y de la Real Academia de Buenas Letras, que escribió Nueva idea del Derecho Natural (in 8.°, Sevilla, 1786), fundando el carácter del Derecho en el concepto de la responsabilidad inherente a la condición humana, pues siendo el hombre racional y libre, es susceptible de sanción por sus actos.

Una de las personalidades más doctas de Sevilla en el siglo XVIII, D. Juan Zambrana, como toda la juventud ilustrada de su época, formó parte de la memorable Academia de Letras Humanas, para cuyas sesiones escribió las siguientes disertaciones: La ley del Gusto en las Artes, La existencia de Dios y El estilo sublime y sus vicios. (Las tres están fechadas en 1797.)

Así, al fragor de los cañones que hundían nuestra escuadra en el cabo de S. Vicente y nos arrebataban la isla de la Trinidad, al fúnebre rumor de las vencidas tropas que repasaban el Pirineo, a los ayes de perder Figueras, se clausuraba esta centuria bajo el débil cetro de Carlos IV, mientras Espinosa en Holanda y Mallebranche, el Platón cristiano, en Francia, extraían los postreros corolarios del [383] idealismo cartesiano; Locke en Inglaterra defendía la libertad religiosa y política, y formulaba la metafísica del empirismo, cuyas varias manifestaciones debía resumir la Enciclopedia francesa; los escoceses ensalzaban el sentido común expulsando de la filosofía las ideas representativas y reduciendo el saber a la fenomenología; Kant en Prusia aplicaba la piqueta de su demoledora crítica al templo escolástico, y Fichte lanzaba al público El destino del hombre, preparando con su idealismo subjetivo esa gloriosa etapa de la filosofía germánica que recuerda la Atenas de los discípulos de Sócrates. [383]


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Mario Méndez Bejarano
Historia de la filosofía en España
Madrid [1927], páginas 377-383