Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX [1927]
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2000
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Capítulo XVII
El siglo de las luces

§ VIII
Los eclécticos

García Luna: sus lecciones en el Ateneo de Madrid. –Martín Mateos. –Armesto. –García Ruiz. –Sanz y Escartín.

El moderno eclecticismo, engendrado en Francia como reacción contra el sensualismo materialista del siglo XVIII y aun de la filosofía sentimentalista y escocesa, reclutó [463] sus primeros declarados campeones en Andalucía, donde D. Adolfo de Castro, unido a los poetas Fernández, Espino y Huidobro, discípulos en Literatura de D. Alberto Lista, crearon la Revista de Ciencias, Literatura y Arte, de Sevilla, uno de los mejores órganos culturales de que dispuso España a mediados de la decimonona centuria.

Fiel discípulo de Víctor Cousin, el gaditano D. Tomás García Luna, fallecido en 1880, explicó en la Sociedad Económica de Amigos del País, y después en el Ateneo de Madrid, unas Lecciones de Filosofía ecléctica que dio a la imprenta en tres tomos, desde 1842 a 1845. Consagra a la idea general de la filosofía, al método, a la sensibilidad y a las facultades intelectuales el primer volumen; prosigue con la psicología, dando la teoría estética al tratar de la imaginación, en el segundo, y llena con la gramática, «íntimamente enlazada con la psicología», el tercero. Mantiene esta obra toda la amplitud de criterio del maestro. Nada de exclusivismos ni considerar vitandas ciertas doctrinas, porque en todas se refleja algo de la verdad. «El espíritu de mis lecciones, dice, es eminentemente moral y religioso. Si los que las escucharen o leyeren no logran con ellas adquirir cumplida noticia de la ciencia del hombre, por lo menos conseguirán desnudarse de las prevenciones sistemáticas con que no ha mucho se miraban las doctrinas filosóficas que no eran del todo conformes con los principios de Locke y Condillac.»

Algo después, D. Nicomedes Martín Mateos, director del Instituto Industrial de Béjar, publicó su obra El Espiritualismo, Curso de Filosofía (4 tomos, 1861-3), después de haber meditado largos años y realizado ensayos durante veinte, según nos dice, de diferentes sistemas.

Explica esta circunstancia el tolerante criterio que aplica a la crítica y cómo desde la Revista de España (t. 71), después de ensalzar la duda, que «cuando llega a ser extrema, es cuando renace la esperanza», se lamenta de que el siglo haya «cometido una gran injusticia separando las ciencias físicas de la filosofía; porque la humanidad no [464] puede pasar sin metafísica, sin ese influjo que dirige la corriente de la historia, sin mezclarse aparentemente con ella.

«La esencia del espiritualismo consiste en que las ideas generales son propiedades del espíritu creado y, a la vez, del espíritu increado, y en la incesante comunicación que entre ambos existe, bien lo advierta el hombre o lo ignore» (T. 1º, cap. 6.°, p. 89).

Inspirándose en el autor del Discours sur la méthode, justifica la metafísica, en la cual ve el origen de todas las ciencias particulares. Al estudiar las relaciones del Principio con sus determinaciones, en lo cual también se parece al krausismo, establece la teodicea, corona del sistema, pues todo va a parar a la relación del hombre con Dios, y en su Ética se eleva sobre la moral, hija del medio y el tiempo, para rendir culto a esa otra moral, superior a modalidades y contingencias, en la que se manifiesta la voluntad y la bondad divinas.

Al mismo grupo puede añadirse D. Indalecio Armesto, que en sus Cuestiones Metafísicas se acuesta del lado del espiritualismo semioriental de Vacherot, y D. Eugenio García Ruíz, que, mucho antes de desempeñar la cartera de Gobernación en la seudo-república nacida del golpe de Estado asestado el 3 de Enero de 1873, había dado a la publicidad Dios y el hombre (1863), sosteniendo que la creencia en Dios no se extinguirá jamás, siendo la base de la idea de libertad, porque en ella se funda cuanto concebimos absoluto o relativo.

Ecléctico por carácter, católico por sincera convicción, político integérrimo, llegado más tarde de lo que merecía a los consejos de la Corona, D. Eduardo Sanz y Escartín, nacido en 1855, no ha cultivado mucho en sus escritos la filosofía pura, no obstante sus grandes cualidades de talento y serenidad de juicio, aplicando su investigación a las cuestiones sociales. Como todas las almas superiores, tiene un fondo de tolerancia, que si le consiente contradictores, no le permite adversarios. Los fanáticos se [465] escandalizarían si leyeran aquella ingenua confesión de su magistral estudio acerca de la teoría del evolucionismo: «La teoría de la evolución orgánica de que Darwin ha sido en nuestro tiempo el principal mantenedor, no es en sí y en lo que tiene de científica incompatible con los dogmas de nuestra religión.»

La amplitud espiritual y la nobleza científica se revelan en estas frases:

«La doctrina evolucionista, por tanto, no sólo presenta una hipótesis probable e importantísima para la explicación del universo y de la vida, abstracción hecha del origen primero, desconocido y misterioso de toda realidad objetiva y subjetiva, sino que constituye también un método de investigación, el más adecuado, a nuestro juicio, para alcanzar fielmente la verdad de las cosas sometidas al entendimiento humano.»

Si me decidiera en encasillarle, seguramente lo haría entre los positivistas. No puede ocultar su predilección. En 1881 publicaba en la Revista de España (núm. 335) un artículo titulado «El movimiento filosófico en España», donde distingue del comtismo otro positivismo más amplio que, según él, ofrece sólida base a la Ética y la Sociología (yo me permito dudarlo) y recalca en una nota con estas palabras: «Esta última tendencia... pronto ejercerá su saludable y decisiva influencia sobre la sociedad... y, o mucho nos equivocamos, o a ella pertenece el porvenir.»

Empero este último eclecticismo reviste sello práctico, conciliando la filosofía y la ortodoxia. No es ya el eclecticismo clásico cousiniano que pretendió sintetizar el movimiento filosófico de su tiempo y en pos de verse exaltado a filosofía oficial en Francia y en España, se desvaneció con la muerte de su autor, ingresando muchos de sus partidarios franceses en las sectas socialistas y pasando en España al racionalismo sus más conspicuos defensores. [466]


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Mario Méndez Bejarano
Historia de la filosofía en España
Madrid [1927], páginas 462-465