Blas Zambrano 1874-1938 Artículos, relatos y otros escritos

Lo que es Pascual Santacruz{1}
X, 20 febrero 1900

 

Pregunta El Triunfo que quién es ese que se titula Pascual Santacruz Revuelta. ¡Cómo si a Pascual Santacruz no lo conociera nadie!

En Granada solo y en unos seis años que hace empezó a escribir nuestro amigo, ha publicado más de cuatrocientos artículos originales y firmados. ¿Le parece poco a El Triunfo?

Es además aquí conocidísimo, por la gran brillantez con que cursó y terminó su carrera de abogado y casi terminó la de Filosofía y Letras.

En su hoja de estudios, hay 30 notas de sobresaliente y 14 premios.

Cuando entró en quintas la Universidad le concedió una honra, que pocos o quizá ninguno haya alcanzado en mucho tiempo. Y fue redimido del servicio militar.

¿Quién es Pascual Santacruz prescindiendo de sus títulos oficiales y de su fama en la sociedad?

Es un hombre, no ya honrado en el sentido vulgar de la palabra, que eso lo es cualquiera, sino un hombre heroico.

Tiene su heroicidad como todas las grandes cualidades humanas, algo de espontaneidad fatal, incontenible por parte del mismo sujeto.

Pero Pascual no se arrepiente, en los momentos de frío y detenido autoexamen de su conducta general. Está satisfecho de ello y acepta sin vacilar todas sus consecuencias.

Consiste esta heroicidad en una cosa rarísima y que está dicha con tres palabras: no tener careta.

Dice El Triunfo que el pensamiento adaptarse a un medio social o político que pugna con nuestras honradas convicciones es la mayor de las cobardías. Saber la verdad y no tener el valor de proclamarla, ser bueno y transigir con los malos, es cosa que no comprendo, que no siento, que no haría nunca, porque la mayor imbecilidad es pretender engañarse a sí mismo, publicado en X por Pascual Santacruz, retrata a su autor de cuerpo entero.

Tiene razón El Triunfo.

Por eso, por no transigir, con lo que cree falso, y por falso malo es por lo que Pascual Santacruz escribe incesantemente.

Y escribe por lo menos en X, con absoluto desinterés y generosidad.

Santacruz sabe que X no puede darle más que disgustos. Sin embargo a X ha venido espontánea y generosamente; en X ha sido cordialísimamente recibido y en X, continuará todo el tiempo que quiera, aunque a alguien le pese.

Hay muy pocos hombres que teniendo que luchar por la existencia en las pésimas condiciones de Santacruz, lo haga con la noble independencia, con la fiera altivez que es la nota saliente de su carácter excepcional.

Demasiado sabe Santacruz que no se medra en nuestra patria y en el miserable tiempo que atravesamos con sostener y defender las ideas que él sostiene y defiende.

Los artículos de Santacruz, admirables muchos de ellos por su fondo, hermosos todos en su forma, no son a propósito para prólogo de credenciales ni para recomendaciones a ninguna autoridad oficial de cualquier índole que sea.

El clericalismo priva hoy. Y lo primero que se le dice al que no sigue la moda es que no sea tonto; esto es, que no sea sincero, que no tenga el valor de sus convicciones, que ponga en venta su conciencia y cuelgue su pluma... o la venda también.

El que no siga estos consejos dictados por la vulgar conmiseración, el que teniendo que buscarse el pan del porvenir, combate en las filas avanzadas podrá ser loco o tonto según el vulgo. Pero esas palabras se sustituyen en el no vulgo, por las palabras honradez, independencia, virilidad; y la historia da a esos necios o locos los calificativos de héroes o mártires.

Pascual Santacruz es uno de los pocos hombres que permiten hacer estas consideraciones, cuando de ellos se habla.

Al contemplar tanta miseria alzada por la estulticia colectiva, a presidir o influenciar la vida de los pueblos en cualquiera de sus más altas manifestaciones lanza sobre ellas juicios severísimos hasta crueles.

Místico enamorado de un porvenir de paz y de justicia, no encuentra mejor manera de servir al objeto de sus amores, que haciendo una guerra implacable a su único enemigo, la mitad del presente o el presente conservador de lo pasado.

No es profeta sino crítico. La forma de su pensamiento es la negación. Pero como lo que niega son negaciones –fanatismo, tiranía, ignorancia, inmoralidad en todos sus matices– brotan de semejantes negaciones afirmaciones consoladoras y fecundas.

Pascual Santacruz es brutalmente sincero, horriblemente franco. Imposible en él la adulación, la sumisión servil, ni aún el prudente silencio.

Cuanto piensa lo dice. ¿Que perjudicará a alguien, algunas veces? No muchas; porque no es maligno, no tiene el corazón, a pesar de haber recibido múltiples heridas, predispuesto al mal.

Por el contrario, cualquiera que lo estudie, que se fije en él, siquiera comprenderá, verá claramente que Pascual tiene un alma predispuesta a la benevolencia, a la confraternidad, al amor.

Por lo mismo que ha sufrido mucho y por lo mismo que pocos lo comprenden, ese noble espíritu tiene sed de cariño, de afecciones nobles y desinteresadas y hambre de sinceridad ajena, que se compenetre con la sinceridad propia.

Pero, en suma, si las franquezas de Pascual Santacruz perjudican a alguien algunas veces, más le perjudican a él. Y él lo sabe. Y no quiere enmendarse; porque no quiere hacerse grato a los demás a cambio de hacerse ingrato a sí mismo; porque no quiere ascender en la sociedad con los méritos de la hipocresía.

Y hace bien; porque le sobran fuerza y armas –inteligencia y cultura– para luchar y para vencer.

No quiero decir que quien no sea tan franco como él, sea un hipócrita porque no todos los caracteres son iguales. Lo que en unos es natural, es en otros artificioso.

Y, ahora, un palito. Efecto, quizá, de los muchos sinsabores sufridos, de los muchos desengaños experimentados, de las muchas miserias observadas, tiene nuestro amigo una propensión exagerada, que ostensiblemente y con frecuencia se manifiesta, a desconfiar de todo y de todos. Resulta un tanto puntilloso y suspicaz, y poco benévolo para las faltas de amigos y enemigos. Y como a esta condición reúne un carácter violento y absoluta sinceridad en sus palabras, no es extraño que quien no lo conozca a fondo se disguste con él.

¿Remedio para este mal? Como la enfermedad no es constitucional, sino adquirida en el trato de los hombres, yo creo que Santacruz se irá corrigiendo cuando trate largamente a varios amigos que lo comprendan.

Nada hemos de decir de su gran cultura, adquirida merced a su constante amor al estudio y a sus envidiables dotes intelectuales.

Rápido en la concepción, preciso, tenaz y fiel en la conservación de los conocimientos adquiridos, de fácil e ingeniosa palabra, reune en grado eminente las cualidades más importantes del orador. Su conversación viene a formar una serie de pequeños discursos todos ellos taquigrafiables y publicables.

Su personalidad entera se retrata en su estilo. Enérgico, sin llegar a ser áspero; conciso, sin ser oscuro, brillante sin llegar a florido; o lo que es igual, severo, armonioso, claro, y reuniendo en admirable síntesis la concisión y la amplitud relativas.

¿Sus ideas? ¿Quién las reúne todas? El cree en el derecho y ama sobre todas las cosas el deber.

En Filosofía no llega al positivismo, ni al anarquismo en política, ni al ateísmo en religión.

De su moral práctica diremos que se aprecia lo bastante para no hacerse indigno de sus convicciones, y no tanto que desprecie a los demás.

Es orgulloso en cuanto a su personalidad íntima y constante a lo que es eterno en él según diría un racionalista; pero no pone su amor propio en nada particular y de detalle.

Es ya un articulista veterano y aun duda sobre la merecida publicidad de sus trabajos, y se presta gustoso a que se haga en ellos cualquier modificación no fundamental.

Dicen que es mordaz. No. Es bromista risueño y sin malicia, unas veces; otras, austeramente y con terrible fiereza franco.

Pero su franqueza es un tributo y hasta un sacrificio que rinde y ofrece a la justicia, no un arma de ofensa personal premeditada.

En suma, yo creo que Santacruz se abrirá paso, sin que él lo pretenda.

Creo que es uno de los jóvenes llamados a colocarse en vanguardia, cuando la generación a que pertenecen haya llegado a la madurez de la vida y a la plenitud de dominio.

Y lo creo así porque Santacruz tiene bondad y tiene talento.

Ese es Pascual Santacruz.

No creo haber exagerado en nada. Por el contrario, tengo la íntima convicción de haber estado sobrio en el elogio y superficial en el análisis.

B. J. Zambrano

{1} Nacido en Barcelona 1871.Debió morir por los años en que Blas Zambrano estuvo en Granada. De 1899 se conservan en Heraldo Granadino y Unión Escolar Granadina una treintena de artículos suyos. (N. del E.)

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  Edición de José Luís Mora
Badajoz 1998, páginas 110-114