Nuestra Bandera, revista teórica y política del partido comunista de españa
Madrid, enero 1965
número 40
páginas 118-120

Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín,
acompañado de las «notas críticas» de la redacción de «Nuestra bandera»

El programa reformista de Fernando Claudín

Lo esencial en esta etapa, junto con el desarrollo de esas formas de acción, y para impulsar éstas, es que el Partido presente al país con claridad un análisis realmente marxista de lo que está pasando, de los objetivos políticos y económicos que corresponden a esta fase.

A mi me parece que estos objetivos son que los cambios políticos en curso se hagan contando con el pueblo, con la clase obrera. Para ello son necesarias libertades sindicales y políticas, libertad de prensa, de reunión, de asociación, derecho de huelga, amnistía; elecciones en el marco de esas libertades políticas a unas Cortes Constituyentes. Al mismo tiempo debemos presentar una plataforma que, además de esas reivindicaciones políticas, incluya una serie de reivindicaciones de tipo social que no rebasen los marcos del sistema capitalista actual y que corresponden a la actual correlación de fuerzas sociales y políticas en la etapa actual. Tales como reivindicaciones de la clase obrera, aumento de salarios, escala móvil, seguridad social, vacaciones, &c. Defensa de los precios agrícolas, créditos y otras ayudas a las explotaciones campesinas. En la declaración de las Hermandades hay una serie de reivindicaciones que podemos apoyar.

Otras reivindicaciones agrarias que están en nuestro programa y que pueden encajar en la etapa actual (aquellas que no estén dirigidas contra el capitalismo agrario). Medidas favorables a las capas medias, burguesía media y pequeña, capas de profesiones liberales, &c. Medidas relativas a la enseñanza, sanidad, vivienda, cultura, investigación científica, &c. Sobre la base de esa plataforma política social y de esas formas de acción adecuadas a la etapa actual debemos realizar, además de toda la acción de masas propagandística, organizativa, &c., una intensa actividad en relación con los núcleos dirigentes de las otras fuerzas políticas, utilizando a todos los cuadros disponibles, particularmente a los cuadros intelectuales, sin temor a sus supuestas desviaciones.

Debemos prever la eventualidad de que, pese a la lucha de las masas y a nuestros esfuerzos, puede haber una fase en la que siendo las otras fuerzas políticas legales nosotros no lo seamos, pero que sin embargo haya la posibilidad de intervención legal en el proceso político, a través de formas camufladas del Partido (la experiencia de la EDA en Grecia, por ejemplo). En cuanto la posibilidad exista, debemos tener periódicos y revistas legales y formas de organización política que sean una cobertura del Partido, y puedan servir de preparación a una tal eventualidad.

Estoy de acuerdo con las partes del artículo de Santiago donde se habla de ir en cada fase con todos los que den un paso adelante, &c. Pero de todo lo que he dicho anteriormente yo creo que depende, en gran parle, que nuestro peso en todo ese proceso sea mayor o menor y que no solo apoyemos cada paso, sino que podamos influenciarlo al máximo. [119]

En conclusión. Sobre la transformación revolucionaria de la sociedad española, la solución radical de los problemas de la revolución democrática, que sería el preludio, dadas las características del capitalismo español, de la revolución socialista, yo soy optimista, pero con ese optimismo histórico de que hablaba Costa, que en esta época no se cuenta por décadas. Pero ésa es todavía, la perspectiva lejana. Soy optimista, con optimismo actual, sólo en la perspectiva próxima de un cambio político que a través de una serie de fases pueda desembocar en un régimen político con libertades democráticas con todas las limitaciones, carácter formal, que esas libertades tienen bajo el capitalismo. Creo que bajo ese régimen político se desarrollarán grandes y pequeñas luchas, será extraordinariamente agitado. Creo que nuestro Partido, y la clase obrera, está jugando ya, y jugará cada vez más, un gran papel en toda esa perspectiva, pero que esa posibilidad puede malograrse, o por lo me nos perjudicarse seriamente, si hoy presentáramos al país, a la clase obrera, a las masas, una perspectiva que no corresponde al proceso real que está desarrollándose en España.

 
Nota crítica

Llegamos, por fin, a las conclusiones programáticas de la plataforma fraccional de F. C. Hay en ellas una vaguedad deliberada. En su aspecto político esas conclusiones coinciden más o menos con las seis condiciones que han sido repetidas una vez más en la Declaración de junio, como necesarias en la fase primera de la actual etapa histórica. La diferencia es que, a juzgar por el contenido de todo su documento, esas condiciones políticas constituyen para él lo esencial de la etapa.

Pero las reivindicaciones sociales por las que F. C. propone luchar en toda esa etapa –sin sugerir, ni por asomo, que podamos ir más allá– son las mismas por las que están luchando ya hoy, bajo el fascismo, y en ciertos casos con éxito, los trabajadores: «aumento de salarios, escala móvil, seguridad social, vacaciones, &c.».

Las reivindicaciones agrarias son también las mismas por las que ya se lucha efectivamente hoy, las que plantean incluso las Hermandades: «defensa de los precios agrícolas, créditos y otras ayudas a las explotaciones campesinas», y «otras reivindicaciones agrarias» que están «en la declaración de las Hermandades» e incluso «en nuestro programa y que pueden encajar en la etapa actual».

Las reivindicaciones para las capas medias son también extremadamente vagas. Incluso menos avanzadas que las que se plantean hoy, puesto que no se refieren ni a la reforma universitaria –que reclama ya un amplio movimiento de opinión.

Es decir, los objetivos de toda esta etapa histórica no son para F. C. los de la revolución democrática, antifeudal y antimonopolista: son unas tímidas reformas «liberales», que se plantean ya hoy, cuando todavía hay fascismo, muchas de ellas abiertamente, lo que es significativo teniendo en cuenta los límites que la existencia del fascismo impone.

Precisamente este programa caracteriza toda la posición oportunista de derecha de F. C.

Para él ha desaparecido el objetivo principal que puede movilizar a las masas del campo a la lucha democrática: la reforma agraria y con ella la consigna, de la tierra para quien la trabaja.

Ha desaparecido la necesidad de resolver el problema de las autonomías nacionales de Cataluña, Euzkadi y Galicia, también fundamental en esta etapa.

Ha desaparecido la cuestión de las reformas y cambios en las estructuras económicas monopolistas del país. [120]

Ha desaparecido la necesidad de una verdadera revolución cultural.

Ha desaparecido la necesidad de la planificación democrática de la economía con la participación del Estado, los sindicatos obreros, las organizaciones del campo y los representantes del capital no monopolista.

Todos los problemas básicos de la etapa actual se esfuman en el «programa» de F. C., de una asombrosa vulgaridad reformista.

En ese programa hasta el Partido Comunista se esfuma, y se sustituye por lo que él llama un EDA, sin tener en cuenta las diferencias de situación entre España y Grecia; y cabe interrogarse si F. C. no bautiza con el nombre prestigioso del EDA a una cosa muy distinta, de la que se habla en los círculos «liberalizantes» como un sustitutivo al Partido Comunista y al Partido Socialista, en esta perspectiva oligárquica de fabricarse una «oposición doméstica».

En conclusión F. C. es optimista «histórico»; pero presentemente no pasa de ser un oportunista de derecha vulgar. No es casual que todos los oportunistas de derecha hayan disimulado su pesimismo, su actitud claudicante, con frases sobre el optimismo para un remoto porvenir. El Partido Comunista está dando ya la respuesta debida a las posiciones de F. C. Estamos seguros de que, en definitiva, todos los verdaderos demócratas terminarán compartiendo esa respuesta en lo esencial.

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