Revista de las Españas
Madrid, marzo-abril de 1927
2ª época, número 7-8
páginas 281-283

Información cultural española e iberoamericana
El ciclo de conferencias sobre
La Personalidad de Menéndez Pelayo

De toda la interesantísima labor cultural que durante los meses de Marzo y Abril se desarrolló en Madrid a través de conferencias y disertaciones, acaso una de las manifestaciones más selectas la constituye el ciclo organizado por el Colegio de Doctores acerca de «La personalidad de Menéndez Pelayo».

Las disertaciones correspondientes a los meses aludidos fueron las siguientes: El Catedrático de la Escuela Superior del Magisterio, D. Rufino Blanco, disertó acerca de «Menéndez Pelayo, bibliógrafo y erudito».

Aludió al origen de estas aficiones del gran polígrafo y a sus juicios admirables sobre el valor de los trabajos bibliográficos. Menéndez Pelayo tuvo a su cargo una ingente labor de carácter bibliográfico, y en sus libros se encuentran más de 20.000 noticias exactas de otras tantas obras producidas por la cultura universal.

Tiene, por otra parte, la labor bibliográfica de Menéndez Pelayo un claro sentido de reivindicación literaria. Algunas de sus obras más importantes, principalmente los volúmenes de La ciencia española y los Heterodoxos españoles, pueden compararse a las famosas salidas del Hidalgo manchego, lanzado a los combates de la vida heroica por un noble deseo de desfacer agobios y enderezar entuertos.

El conferenciante terminó afirmando que la actual época literaria debería llevar el nombre del gran polígrafo español. Su nombre reúne prestigios literarios semejantes a los de Séneca, San Isidoro, Luis Vives y Raimundo Lulio.

El diplomático y publicista Sr. Sangróniz habló ante un numerosísimo y selecto auditorio acerca del contenido y el significado de lo que constituye la obra maestra del Sr. Menéndez Pelayo (aunque él no lo juzgara así) Historia de los Heterodoxos españoles.

Estudió a los tratadistas que sirvieron de antecedente a Menéndez Pelayo, entre ellos el P. Flórez y D. Vicente Lafuente, autor este último de la «Historia eclesiástica de España».

Citó las principales obras que vieron la luz entre 1881 y 1917, fecha de la primera y segunda edición de la Historia de los Heterodoxos españoles, y que influyeron en Menéndez Pelayo, decidiéndole a refundir su labor, interrumpida finalmente por su muerte, así como la de la publicación lo fue al fallecimiento del Sr. Bonilla San Martín.

Juzgó el conferenciante que el primer volumen de la segunda edición de la obra de Menéndez Pelayo, dedicado a la historia religiosa de la primitiva España, no es una verdadera historia, aunque se trata de un trabajo admirable de erudición. Le parece dicha publicación al Sr. Sangróniz demasiado extensa y minuciosa para poderla considerar como base para sentar los orígenes de las herejías que se desarrollaron más tarde en España.

Pintó el Sr. Sangróniz las figuras de muchos heresiarcas españoles, desde los contaminados por el arrianismo hasta los gnósticos de Prisciliano y los adopcionistas del Obispo Elipando.

Trató de las herejías de valdenses, albigenses, pobres de Lyon, insabatos, &c. [282]

Paralelamente al estudio histórico de Menéndez Pelayo continuó el señor Sangróniz su exposición sobre tan variados aspectos del pensamiento religioso español, y terminó diciendo que, cualquiera que sea el juicio crítico sobre la tendencia o fines de la Historia de los Heterodoxos españoles, será ésta siempre un formidable alarde de investigación, que habrá de animar, ciertamente, a los futuros eruditos españoles a continuar la gran obra iniciada por el insigne polígrafo.

* * *

La quinta conferencia corrió a cargo del actual Secretario de la Sociedad de Bibliófilos, D. Agustín G. de Amezúa. En ella analizó la labor del insigne polígrafo, relacionándola con aspectos científicos de la vida española. Obra de juventud, es La Ciencia Española, germen de toda la futura labor cultural que Menéndez Pelayo realizó. Se advierte en ella la acometividad propia de los años juveniles y la visión genial del pensamiento que siempre acompañó al maestro.

Escrita La Ciencia Española en tiempos desconocedores de la tradición científica nacional, ofrece, sin embargo, un caso prodigioso de erudición y discernimiento. Contra la leyenda negra científica, contra el pesimismo destructor, el gran erudito alzó su voz viril, afirmando y probando que tuvimos ciencia propia y castiza tan original como la de cualquier otro país.

Menéndez Pelayo deja, además, una hermosa lección de dignidad y de carácter. Sus propias convicciones, proclamadas públicamente, sobre aspectos discutidos de la Historia lo prueban así. Emprende desde La Ciencia Española una heroica existencia de apostolado y sacrificio. Su obra representa una afirmación de la espiritualidad contra el grosero materialismo. Sólo siguiendo la fórmula de Menéndez Pelayo, que afecta al cultivo del propio espíritu, podrá llegarse al engrandecimiento de las naciones en forma análoga a la soñada para España por el glorioso polígrafo montañés.

La disertación del Catedrático de la Universidad Central, Sr. Sáinz Rodríguez, versó sobre diferentes aspectos de la crítica literaria en el siglo XIX. A lo sugestivo del tema se unía en esta conferencia la autoridad del disertante. Catedrático de Bibliología y una de las más destacadas personalidades de la joven generación intelectual de España.

El Sr. Sáinz Rodríguez comenzó afirmando que para comprender la representación de Menéndez Pelayo en la historia de la crítica española, precisaba trazar un esquema de su evolución. La historia de la crítica debería iniciarse con el estudio de las polémicas sostenidas en el siglo XVII alrededor del teatro de Lope de Vega; y tras esta «querella de los antiguos y modernos» sigue la controversia de las doctrinas estéticas en el siglo XVIII y en el XIX con las polémicas de Böhl de Faber sobre el valor del teatro nacional. Dividida la crítica en dos grandes corrientes, militante y erudita, a ella se asocian los más preclaros ingenios del siglo. La crítica militante se inicia con Larra para concluir con «Clarín» y Valera; la erudita, que llega a conocer el eclecticismo templado de Lista, tiene hombres representativos como Gallardo, Durán, La Barrera, Amador de los Ríos y Milá y Fontanals. Representa este último la iniciación de la era científica moderna, cuyos métodos habían de ser perseguidos posteriormente por D. Marcelino Menéndez Pelayo.

Menéndez Pelayo está ya situado dentro del ámbito técnico iniciado por Milá y Fontanals; pero representa personalmente dos altísimas calidades de la crítica. Es el crítico artista que por genial intuición aplica a la evocación histórica los mismos procedimientos de la producción literaria, y es el primero que hace la crítica, teniendo en cuenta toda la historia de la cultura nacional. La obra de Menéndez Pelayo es el primer fundamento para la elaboración de una conciencia nacional.

Continuó el ciclo de estas conferencias el académico D. Andrés Ovejero, disertando acerca de la «Historia de las ideas estéticas». He aquí una síntesis de su contenido:

Estudio preliminar del concepto estético; antecedentes de Milá y Fontanals que sirvieron a Menéndez Pelayo; mérito de la obra de éste buscando la armonía y unificación de licencias diversas dentro de una acción netamente española.

Sobre «Menéndez Pelayo y la Historia de la literatura española hasta el siglo XIX», disertó D. Gerardo de Diego. Aludió a la vocación poética de Menéndez Pelayo, como preparación para su obra históricopoética.

«La poesía –añadió– no era, para Menéndez Pelayo, un subterfugio con que eludir obras de más profundidad y empeño, como opinan desdeñosos e incomprensivos en nuestros días, pues tenía de los poetas y de su oficio el alto concepto que merecen.»

Comentó los juicios de Menéndez Pelayo sobre algunos poetas, y afirmó que un tema de poesía fue el elegido para su ingreso en la Academia. Poco después, el prólogo a la versión de Heine es una generosa palinodia a sus intransigencias horacianas, y en él se encuentra la más noble profesión de fe de un crítico.

Una prueba de la madurez a que había llegado su criterio fue la inconcluída «Antología». La herencia que recogió de Milá pasó luego a D. Ramón Menéndez Pidal. El estudio antológico es fino y certero. El estudio sobre Boscán, reposado una vez más por la muerte de Garcilaso, es una muestra espléndida de lo que habría sido la historia de la poesía del Renacimiento, que hemos de suplir con fragmentos de otros libros.

Terminó señalando, en los estudios de Menéndez Pelayo, una ausencia, una injusticia y una constante inspiradora presencia.

La señora doña Blanca de los Ríos de Lampérez disertó sobre «Las grandes reconstrucciones de Menéndez Pelayo». Señaló la característica, esencialmente española de la obra de Menéndez Pelayo, provocando un renacimiento [283] de nuestros propios valores nacionales. Estudia la génesis de sus principales obras, con las que siempre actuó de precursor del pasado que, poco después de su muerte, cuando va llegando para su labor la justicia póstuma, Farinelli pudo exclamar: «¿imaginaba él, acaso, el fermento de ideas nuevas que había dejado a su pueblo y a los mejores ingenios de otras tierras?»

Trató también con gran cariño de la «Historia de la poesía hispanoamericana», sin la cual, según dijo, no estaría completa la enorme síntesis hispánica que es la obra de Menéndez Pelayo, que analizó doña Blanca de los Ríos con amena prolijidad

Terminó diciendo que Menéndez Pelayo recorrió entero el milenario curso del pensamiento español, y trazó la historia del genio indígena desde sus orígenes y en sus más altas manifestaciones, por lo que calificó al genio de creador, en el sentido de ser poseedor de la verdad, y mostrar virtud para juzgarla y revivirla, por lo que merece ser aclamado como uno de los padres de la Patria.

La última conferencia dada hasta ahora, del ciclo sobre Menéndez Pelayo, corrió a cargo del Sr. Gómez Baquero. He aquí una breve síntesis de su contenido:

La obra principal de Menéndez Pelayo, como historiador de la novela, es el «Tratado histórico de la primitiva novela española», que la muerte del insigne polígrafo dejó interrumpida cuando iba a emprender el estudio de la novela picaresca. Este tratado tiene como antecedente el «Bosquejo histórico» de Fernández Navarrete; pero no hay proporción. El uno es un boceto meritorio; el otro, una obra de vastas proporciones, de rica documentación, de admirable estilo.

Trató después el conferenciante de los estudios de Menéndez Pelayo acerca de la «Celestina» y de las obras de Cervantes, y pasó, por último, a examinar sus escritos acerca de la novela moderna, representados principalmente por los estudios acerca de Pérez Galdós y de Pereda. El discurso de contestación a Galdós en la Academia, es la mejor página de crítica de literatura contemporánea que escribió Menéndez Pelayo. La selección del gusto, la penetración del crítico, la imparcialidad que muestra hasta tratando de obras que le había parecido pecaminosas, como «Gloria», enaltecen este excelente ensayo literario.

Al tratar de Pereda, Menéndez Pelayo planteó con perspicacia la cuestión del naturalismo, que era en España piedra de escándalo de los Areópagos. Vio muy claramente en Pereda, a quien llama naturalista de la Naturaleza y no de la escuela, el valor de lo popular, del detalle cotidiano.

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