Proyecto Filosofía en español
Compendio moral salmaticense Tratado décimo. Del primer precepto del Decálogo
Capítulo tercero. De los vicios opuestos a la Religión

Punto quinto <<<>>>
De la Magia

P. ¿Qué es magia? R. Que es: Ars per quam mira et insolita ab hominibus operantur. Se divide en natural, y supersticiosa. La primera es aquella que obra cosas maravillosas, mediante la aplicación de causas naturales comúnmente desconocidas. Esta no sólo es lícita, sino laudable, y de ella usó Jacob para que las ovejas de su Suegro Labán diesen a luz sus partos de varios colores, conforme le convenía.

La supersticiosa es aquella con que obran los hombres por arte del demonio, y entonces lo será, si la causa no puede producir naturalmente por su virtud aquel efecto que se le atribuye. En caso de duda se debe atribuir a influjo de esta causa, con tal [290] que en ella nada aparezca de superstición; porque la virtud de muchas causas naturales está muchas veces oculta a nuestro conocimiento, y a veces produce efectos tan prodigiosos, que nos parecen milagros.

P. ¿Se da en algunas personas virtud para curar la rabia y otras enfermedades? R. Que en algunas se da virtud, no natural sino sobrenatural que llamamos gratia gratis data, para curar cierta enfermedades, como se dice la tenían los Reyes de Francia para curar los lamparones. Esta misma gracia de sanidad puede darse en algunos para curar la rabia, aunque no todos los que fingen tenerla, y se llaman vulgarmente Saludadores, la gozan, y menos se debe creer la tengan para otros efectos maravillosos, que se afirman de ellos; como para conocer las cosas futuras; para pisar sin quemarse en un yerro ardiendo; para tener en las manos las brasas sin lesión, y otras cosas de esta clase, con que seducen las gentes rústicas y sencillas. Los Obispos deben examinar con cuidado a semejantes sujetos para evitar la seducción del pueblo, y remover de él las supersticiones.

P. ¿Es lícito usar de ensalmos para la cura de los enfermos? Suponemos, que ensalmos se llaman ciertas oraciones compuestas de algunas palabras sagradas, y por tomarse regularmente de los Salmos se llaman ensalmos. R. Pues, que si de ellas se usa para suplicar a Dios por la salud corporal del enfermo, o para apartar de nosotros o del prójimo algún mal esperando esta gracia, no infaliblemente, sino según el divino beneplácito de su misericordia y bondad, es lícito y laudable, y aprobado por la Iglesia su uso. Mas esperar de tales oraciones la salud infaliblemente y como un efecto que les sea inseparable, es supersticioso, porque ni las tales tienen por su naturaleza esta virtud, ni Dios se la ha comunicado; y así sólo puede asegurarse con tanta infalibilidad supersticiosamente, y por arte del demonio.

P. ¿Se da virtud natural para fascinar? R. Que la fascinación, que vulgarmente se cree consiste, en que alguno con sola la vista ofenda al que mira, es imposible, a no ser que intervenga pacto con [291] el demonio; pues la visión es una acción inmanente, que no difunde cualidad alguna en el sujeto mirado. Pueden sí, salir ciertos efluvios venenosos por los ojos, o de otras partes del cuerpo humano, que inficionen a los objetos, o sujetos que se acercan al que los difunde; y que corrompiendo el aire próximo, causen malignas impresiones en ellos. Si alguno tuviere esta tan maligna complexión, estará gravemente obligado a substraerse del comercio humano, en cuanto sea posible, y a guardarse de mirar a otros; porque todos estamos en obligación de caridad y justicia a procurar no damnificar a los demás.


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Moralistas Compendio moral salmaticense
Pamplona 1805, tomo 1, páginas 289-291