La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta XI
Embiada por Marco Emperador a Lamberto, su governador en la isla de Hellesponto, quando desterró a los truhanes de Italia.


Marco Emperador de Roma, señor de la Asia, confederado con la Europa, amigo de los aphros y enemigo de los mauros, a ti, Lamberto, governador de la isla del Hellesponto, de su parte te embía contentamiento, y del Sacro Senado seguridad.

De los aforros que me embiaste ando aforrado, y de tu baltheo ando vestido, y de los lebreles estoy muy contento. Si pensara que tu absençia de Roma me avía de procurar tanto fructo en esa isla, días ha que nos huviéramos conçertado, tú por tu provecho y yo por mi serviçio. Embiéte a pedir pocas cosas, y de burla, y tú embiásteme muchas, y de veras. Por çierto, mejor proporçionaste tú el serviçio con tu nobleza que no yo la demanda con mi cobdiçia, porque, si te acuerdas, yo embié por doze aforros, y tú embiásteme doze dozenas; señalé seis lebreles y tú proveíste de doze. De verdad en este caso es sobrado mi plazer, porque aquí en Roma se publique la mucha largueza tuya y allá en Hellesponto la poca cobdicia mía. Pues sey çierto que de mí tienes el agradesçimiento y a los dioses ruego te den la salud, y a la fortuna coniuro no te niegue los buenos hados.

Aý te embío tres zabras de maestros de locos, y no te los embío todos porque, si todos los locos de Roma huviese de desterrar, de nuevas gentes toda la avríamos de poblar. Hanse dado esos maestros tan buena maña en enseñar locura, y la iuventud romana en deprenderla, que si ellos caben en tres [280] zabras, sus disçípulos no cabrían en tres mill carracas. De una cosa mi iuyzio está sin tino, y mi coraçón de los dioses escandalizado: ¿por qué los torvellinos derruecan las casas, los agüeduchos llevan las puentes, las eladas yelan las viñas, los repentinos rayos rompen las torres, la penuria del agua pone carestía, el ayre corrupto da fin a los cuerdos; pero no ay una cosa que acabe a los locos?

Todas las cosas oy a la triste Roma le faltan. Solamente truhanes, locos y iuglares le sobran. ¡O, qué serviçio harías a los dioses, y qué provecho a Roma, si por tres zabras de locos nos embiases una de cuerdos! Quiérote dezir una cosa, que con huesos de exçellentes sabios está consagrada esa isla, desterrados antiguamente de los embidiosos y maliçiosos de Roma. Y si los sentidos no tienes perdidos, como Italia hiede a simples, assí esa isla ha de oler a sabios. Quando vine de la guerra de los parthos, en el año quarto de mi Imperio, arrodée y me aventuré a muchas mares por visitar esos sepulchros.

En la çiudad de Orbita, en medio de la plaça, hallarás a Ovidio, que fue desterrado por Augusto. So las Peñas Arpinas verás el sepulchro del famoso Armeno, orador desterrado por Silla. En el puerto Argonauto hallarás los huesos de Coliodro, recopilador de las leyes antiguas, el qual fue proscripto de Nero el cruel. En los Campos Elinos, sobre un mármol están los polvos de Philippo Septeno, que en las siete artes liberales era tan docto como si él las inventara: fue desterrado de los marianos.

A la ley de bueno me pongo, y en pena de prueva me offrezco si no lo hallares assí. Y dígote de verdad que de rodillas sus sepulchros toqué, y que en todo aquel tiempo estavan mis ojos tiernos tan cubiertos de agua como sus huesos duros de tierra. No fueron desterrados por vilezas que hizieron, sino que el demérito de nuestros padres meresçió ellos ser privados de compañía de tan grandes varones, y nosotros sus hijos de los polvos de tan famosos sabios. No sé quál es mayor: la embidia que tengo a tu isla o la compassión a esta mísera Roma. Mucho te ruego como a amigo y te mando como a criado guardes a esos lugares las immunidades que yo les [281] di, porque es iusto y iustíssimo sean privilegidas de los bivos çiudades pobladas de tales muertos.

En lo demás, de ese çenturión sabrás por palabras el triste caso que a esos presos con nosotros y a nosotros con ellos acontesçió el día de la madre Bereçinta. Dígote de verdad que no tengo en tanto la crueldad que aquel día vi en Roma quanto la infamia que nos ha de causar en todo el Imperio. Roma, nunca vençida de cuerdos, la vi allí acoçeada de locos. Roma, que nunca a sus adarves pudieron tocar los penos, vieras sus plaças armadas de truhanes. Roma, la que triumphava de todos los reynos, triumphavan della los pantomimos. Estoy tan lastimado en este caso, que ni sé qué me digo ni qué me escriva. Una cosa me consuela, que pues Roma y sus romanos iniustamente no se goza sino con locos, ella y sus fingidos sabios iustamente sean castigados por esos locos. Y en esto no la agravian los dioses que, pues ella se reýa con los truhanes de burlas, algún día llorase con los pantomimos de veras. Yo destierro ésos para siempre de Roma, no tanto por la sangre que derramaron, quanto por los iuyzios que pervertieron; y torno a dezir que no por occasionadores de algunas muertes, sino por maestros de muchas locuras. Sin comparaçión es mayor ofensa a los dioses y daño a la república la de los truhanes que quitan el seso a los cuerdos que no la de los homiçianos que privan de vida a los hombres. Como el mayor don entre todos los hados buenos sea tener buen seso, no se presume ser de muy reposado juizio, el que estremadamente de truhanes y locos es muy amigo.

Creedme una cosa, que como un ave ama a otra ave, y un animal a otro animal, y un sabio a otro sabio; assí un loco a otro loco. Acuérdome que un día, rebolviendo los archivos del Capitolio donde estavan los Annales de Roma, topé una cosa admirable de Orbeta, famoso orador, el qual hallarás enterrado en esa isla de Hellesponto en el monte Adamantino. Viniendo el gran Sçipión de la guerra de los penos, y andando más acompañado de los ambrientos truhanes que de los esforçados capitanes, díxole estas palabras:

¡O!, Sçipión, en absençia nos espantavan tus hazañas y agora en presencia nos escandalizan tus liviandades. Por [282] çierto, gran infamia es a ti y desacato al Sacro Senado que, aviendo tú vençido a los aphros cuerdos, y siendo tú tan cuerdo y de sangre de romanos sabios, te acompañas de solos truhanes y locos. En aquel desdichado reyno todos los cuerdos no pudieron con el esfuerço de uno ¿y piensa aquel uno de apoderarse entre tantos locos? Yo te digo que trae más peligro tu seso y honra aquí en Roma que no tu vida traýa en Áphrica.

Fueron palabras asaz muy buenas, y no de la maliçia mundana llanamente resçebidas, porque a poco tiempo, y por personas de poca manera, y por poca occasión fue aquel pobre viejo y muy rico philósopho por los amigos de Sçipión desterrado de Roma y llevado a esa isla.

Pues mira, Lamberto, tornando al propósito de esos histriones. Después que ayan tomado tierra en esa isla, dexarlos has libres con tal que no puedan exerçer sus offiçios. Constreñirlos has a los trabajos y castigarlos has si los vieres oçiosos, que esos míseros, huyendo del iusto trabajo y tomando el iniusto oçio, tornados por sus truhanerías menos que hombres, tenían pública escuela de vagabundos. No me desplaze cosa de nuestros antiguos padres sino aver suffrido en Roma tantos y tantos tiempos tan perdidos chocarreros. En el año de dozientos y diez y seis de la fundaçión de Roma, en una horrible pestilençia de Roma, por alegrar la gente fueron los primeros theatros inventados, y la primera vez los truhanes admittidos. Cosa lastimosa de oýr, que duró aquella pestilençia de landres dos años, y ha durado la ravia de los pantomimos quatroçientos.

Bien creo, Lamberto, las quexas de esos prisioneros que acá començaron allá no ternán fin, pero a mí no se me da nada, porque las querellas de los malos hazen iustas las iustiçias y sentençias de los buenos. Como dixo el ayo de Nero, quanto es afrenta ser vituperado del bueno, tanto es infamia ser loado del malo. Diréte una cosa, porque no te parezca crudo este castigo, que pues los emperadores romanos son clementes con los estraños, no es razón sean austeros con los suyos. [283]

Después que los hados en este mundo me pusieron, no he visto cosa menos útile a la república, ni mayor liviandad de livianos, ni peor invençión de vagabundos, ni más fría recreaçión de mortales, que es la que se toma con pantomimos y truhanes. ¿Qué cosa más monstruosa que por una liviandad de un liviano se han de alivianar tantos cuerdos? ¿Qué mayor ludibrio que sea costumbre en el Capitolio el dicho de un loco ser festejado con risas de muchos sabios? ¿Qué mayor escándalo que en casa de los prínçipes estar siempre las puertas abiertas a los locos y nunca a los cuerdos? ¿Qué crueldad mayor de enemigos que den más a un loco en un día que a sus criados en un año y a sus parientes en toda su vida? ¿Qué mayor desatino que a los fronteros y guarniçiones en el Illírico falte y a los truhanes de Roma sobre? ¿Qué igual afrenta a Roma puede ser que mayores estados y memorias dexaron en Italia los Pantomimos y truhanes ganadas con sonetos y rodajas, que no los famosos capitanes con sus triumphos y armas? Pues yo te digo de verdad que, quando estos miserables andavan en Roma de casa en casa sembrando sus liviandades y cogendo las pecunias, aquellos varones famosos yvan de reyno en reyno consumiendo sus dineros, aventurando sus vidas y derramando sus sangres.

En la Ulterior España, como los Eliberios con los gaditanos tuviesen guerra y a los de Eliberia les faltasen las expensas, dos pantomimos se offresçieron a sustentar por un año la guerra, y succedió que con la hazienda de dos locos fueron vençidos muchos cuerdos. En Épheso, çiudad de Asia, el famoso templo de Diana con el fisco de un juglar se fundó. Cadino, el que las Thebas de Egypto con çien puertas edificó, más le dieron para el edifiçio los pantomimos que todos sus amigos, si sus historias no me engañan. Quando Augusto reedificó los muros de Roma, más huvo de dos truhanes que se ahogaron en Thíberin que sacó del erario público. El primero Rey de Corintho escriven aver sido un luchador; otros, que un histrión: yo vi su sepulchro en Corintho. Y como digo de éstos, podría dezir de otros muchos.

Pues mira, Lamberto, quántos son los descuidos de los dioses, y quán varios los casos de la fortuna, y quán hadados los [284] hados de los hombres, que assí se hazen unos memorables por locos como otros por sabios. Una cosa sola me ha caído en graçia de los truhanes, y es que en presençia hazen reír a todos con las locuras que dizen y de que se van queda cada uno triste por las ropas y dineros que se llevan. Y por çierto es iusta sentençia de los dioses los que tomaron vano plazer iunctos lloren la pérdida después apartados.

No quiero más escrevirte, sino que esta letra te embío en griego porque la puedas mostrar a toda la isla. Despacharás luego las naos, porque han de llevar provisiones al Illírico. Paz sea contigo, Lamberto. Salud y mansa fortuna sea comigo, Marco. El Senado te saluda, y tú a la isla dirás el Gaude felix acostumbrado. Mi Faustina te saluda, y aý te embía para tu hija una çinta muy rica. En pago de los aforros te embío unos joyeles preçiosos. [285]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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