La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXXIV
En el qual el sabio de los garamantes prosigue su plática, en la qual muestra que perpetuar la vida no se puede comprar por mucha hazienda, y de siete leyes que tenían aquellos bárbaros, y que los reynos que los príncipes ganan son finitos, pero los cuydados que echan sobre el coraçón son infinitos.


«No me negarás, ¡o!, Alexandre, que tenías más salud siendo rey de Macedonia que no agora que eres señor de toda la tierra; porque los trabajos excessivos hazen los hombres no estar concertados. No me negarás, Alexandre, que quanto más ganas y tienes crece en ti más el apetito de ganar y tener; porque al coraçón que arde en llamas de codicia no le han de cargar de leña de riqueza, sino ahogarle con tierra de la sepultura. No me negarás, Alexandre, que lo mucho tuyo te parece poco y lo poco ageno te paresce mucho; porque los dioses dieron en penitencia al coraçón ambicioso y codicioso que con lo poco ni con lo mucho estuviesse contento. No me negarás, Alexandre, que, si has ganado muchos thesoros, has perdido muchos y muy buenos amigos; porque general maldición es sobre los ricos que amamos sus riquezas y aborrecemos sus personas. No me negarás, Alexandre, que, si de veras tomas el pulso a tu coraçón codicioso, verás en él que primero se te acabará la vida regalada que no la cobdicia maldita; porque si mucho tiempo se apoderan del coraçón los vicios, sola la muerte es bastante para alançarlos. No me negarás, Alexandre, que teniendo más que todos gozas menos que ninguno; porque el príncipe que tiene mucho todo se ha de ocupar en defenderlo, pero el príncipe que tiene poco [229] tiene mucho tiempo para gozarlo. No me negarás, Alexandre, que, de todo lo que ganas, siendo señor solamente llevas el nombre, y los otros siendo vassallos se llevan todo el provecho; porque los coraçones enconados de cobdicia en adquirir y allegar descansan, y en gastar y gozar lo ganado mueren. Finalmente, no me negarás, Alexandre, que lo que has ganado en esta tan prolixa conquista es poco y lo que has perdido de tu sabiduría y reposo es mucho; porque los reynos que has adquirido son finitos, pero los cuydados que has ayuntado sobre tu coraçón son infinitos. Hágote saber una cosa, y es ésta: que soys más pobres los señores ricos que no los vassallos pobres, porque no es más rico el que tiene más que merece, sino el que quiere aun menos de lo que tiene. Por esso vosotros los príncipes no tenéys nada, porque si estáys llenos de thesoros, estáys muy pobres de buenos desseos.

Dacá, Alexandre, entremos en cuenta, y veamos qué es el fin de tu conquista. O tú eres hombre, o tú eres dios; si eres alguno de los dioses, haznos que seamos inmortales, y, si esto hizieres, toma a nosotros y a nuestros bienes, porque perpetuar para siempre la vida no se puede comprar por ninguna hazienda. ¡O!, Alexandre, hágote saber que por esso nosotros no curamos de fazerte guerra, porque vemos que a ti y a nosotros se nos ha de acabar presto la vida; que al fin al fin resabio tiene de locura en casa ajena hazer morada propria. Si tú, Alexandre, como Dios nos diesses vida perpetua, cada uno trabajaría por defender su casa propria, mas como sabemos que se nos ha de acabar presto la vida, dásenos muy poco que a ti o a otro quede nuestra hazienda; porque si es locura en casa agena hazer morada propria, muy mayor locura es el que pierde la vida tomar dolor por la hazienda. Presupuesto, Alexandre, que no eres dios sino hombre, por los inmortales dioses te conjuro vivas como hombre, andes como hombre, hables como hombre, te trates como hombre, te contentes como hombre, no quieras más que hombre, no dessees más que hombre, no procures más que hombre; porque al fin al fin te has de morir como hombre, y te han de enterrar como hombre, y metido en la sepultura avrá de ti poca memoria. Ya te dixe que me pesava por verte animoso, verte dispuesto, [230] verte moço; agora me pesa de ver quán engañado te trae el mundo, y lo que siento de ti es que entonces conocerás el daño quando ya tu daño no llevare remedio; porque el mancebo superbo primero que sienta la herida tiene ya del coraçón asida la yerva.

Vosotros, los griegos, llamáys a nosotros los destas montañas bárbaros, y en este caso digo que nosotros holgamos ser bárbaros en las lenguas y ser griegos en las obras, y no como vosotros, que tenéys las lenguas de griegos y tenéys las obras de bárbaros; porque no es bárbaro el que obra bien y habla mal, sino el que tiene la lengua aguda y tiene la vida mala. Pues lo he començado, a causa que no quede de dezir ninguna cosa, quiero dezirte qué tal es nuestra ley y nuestra vida, y no tengas en mucho oýrlo dezir, pero ten en mucho verlo guardar; porque las obras de virtud infinitos son los que las blasonan y muy pocos los que las guardan. Hágote saber, Alexandre, que nosotros tenemos poca vida, tenemos poca gente, tenemos poca tierra, tenemos poca hazienda, tenemos poca codicia, tenemos pocas leyes, tenemos pocas casas, tenemos pocos amigos y, sobre todo, carecemos de enemigos, porque el hombre cuerdo ha de ser amigo de uno y enemigo de ninguno. Junto con esto, tenemos entre nosotros mucha hermandad, tenemos mucha paz, tenemos mucho amor, tenemos mucho asossiego y, sobre todo, tenemos mucho contentamiento; porque más vale la quietud de la sepultura que no sufrir la vida descontenta. Nuestras leyes son pocas, y a nuestro parecer son buenas, las quales se encierran en siete palabras.

Ordenamos que nuestros hijos no hagan más leyes de las que nosotros sus padres les dexamos, porque las leyes nuevas hazen olvidar las buenas costumbres antiguas.

Ordenamos que no tengan nuestros sucessores más de dos dioses, el un dios será para la vida y el otro dios será para la muerte; porque más vale un dios servido de veras que muchos dioses servidos de burla.

Ordenamos que todos se vistan de un paño, se calcen de un modo, no trayga ninguno más vestidos uno que otro; porque la variedad de las vestiduras engendra locura en las gentes. [231]

Ordenamos que ninguna muger esté casada con su marido más años de quanto oviere parido tres hijos, porque la abundancia de los hijos haze a los hombres ser cobdiciosos; y, si alguna muger pariere más hijos, delante sus ojos sean a los dioses sacrificados.

Ordenamos que todos los hombres y mugeres sobre todas las cosas traten verdad, y si alguno tomaren en mentira, sin tomarle en otra culpa muera porque dixo mentira; porque solo un hombre mentiroso abasta a perder un pueblo.

Ordenamos que ninguna muger viva más de quarenta años y el hombre viva hasta cincuenta, y, si entonces no fueren muertos, sean a los dioses sacrificados; porque gran ocasión es a los hombres para ser viciosos pensar que han de vivir muchos años.» [232]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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