Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Historia de la Filosofía
La Filosofía de los pueblos orientales

§ 16

Filosofía de Lao-tseu

Para que todo sea original en la China, los dos únicos filósofos dignos de este nombre son casi contemporáneos. A excepción de Tchou-hi, que en el [53] siglo XII de la era cristiana ensaya una especie de conciliación entre la doctrina de Lao-tseu y la de Khoung-fou-tseu (el Confucio vulgar, como veremos después), no aparecen en la historia sínica nombres de filósofos ni de escuelas importantes.

Lao-tseu, que nació seis siglos antes de la era cristiana, puede apellidarse el representante de la metafísica sínica, como Confucio es el representante de la dirección moral. Según Lao-tseu, Tao (literalmente, el gran camino) es el principio, el fondo y la esencia de todas las cosas. Este Tao, o ser primitivo, apellidado también por el filósofo chino la razón primera, es a la vez el No-ser y el Ser, porque es el Ser virtual, latente y potencial, y es a la vez el ser actual, explícito y manifestado (Hegel, Schelling); es ideal y fenoménico, indistinto y distinto, ilimitado y finito, en una palabra, el Tao de Lao-tseu es la Substancia única, el Todo, la Esencia absoluta de todo panteísmo.

Este Ser absoluto, indistinto e innominado en su origen, pasa a ser contingente y material, distinto y nominado, a medida que produce o saca de su fondo las cosas, o sea en cuanto se fracciona y manifiesta, revistiendo diferentes formas. «El Tao o la razón suprema, se dice en el Tao-te-king, que es la obra capital o libro principal de Lao-tseu, considerado en su estado de inmovilidad, carece de nombre... Sólo cuando comenzó a dividirse y revestir formas corporales tuvo un nombre... El Tao o la Razón suprema existe en todo el universo, y lo penetra con toda su existencia, a la manera que los ríos y torrentes de los valles se extienden en los río y los mares».

Por lo que hace al proceso de las cosas del Tao o [54] Ser absoluto, la doctrina del filósofo chino presenta bastante analogía con la de los neoplatónicos de Alejandría, de la cual se distingue, sin embargo, por la importancia o papel especial que en dicho proceso se atribuye al principio femenino yin, y al principio masculino, apellidado yang. Según el testimonio de los mismos discípulos e intérpretes chinos de Lao-tseu, su teoría sobre este punto puede condensarse en los siguientes términos: «El Tao o Razón primera produjo el Uno, es decir, pasó del estado del No-ser al estado del Ser. Uno produjo dos, dividiéndose en principio femenino o yin, y en principio masculino o yang. Dos produjo tres, es decir, el principio femenino y masculino, uniéndose, produjeron la armonía. Tres produjo la universalidad de los seres».

De aquí la importancia que Lao-tseu, y en general la Filosofía china, atribuye al número, aproximándose algo en esta parte a la doctrina de los pitagóricos. Para Lao-tseu y sus compatriotas, el orden, el proceso y las relaciones del universo y de sus partes, corresponden al orden, proceso y relaciones de los números. Como éstos se dividen en impares y pares, así las substancias cósmicas se dividen en celestes y terrestres: el número impar, como más perfecto, responde a las primeras; el número par corresponde a las segundas, porque es menos perfecto que el impar. La década o decena es uno de los números más importantes, a causa de sus aplicaciones aritméticas.

La teoría de Lao-tseu sobre la vida y la muerte, se halla en consonancia con su concepción panteística acerca del origen y proceso de las cosas. «Todos los seres, se dice en el citado libro Tao-te-king, aparecen [55] en la vida en un movimiento continuo. Vemos que se suceden los unos a los otros, apareciendo y desapareciendo alternativamente. Estos seres corporales, en su movimiento continuo, revisten diferentes formas exteriores; pero cada cual vuelve a su raíz y a su principio. Volver a su raíz y a su principio, significa entrar otra vez en la inmovilidad absoluta».

La moral de Lao-tseu, –en la cual se ocupó muy poco, según queda indicado–, consiste en la negación y desprendimiento de toda actividad, de toda mudanza, de toda pasión o alteración; consiste, en una palabra, en la indiferencia absoluta y en el no-obrar, como medio de llegar a la absorción e identificación brahmánica con el Tao o Ser inmutable, indistinto e innominado. «El último término de la perfección, escribe el filósofo chino, es el no-obrar y el colmo del vacío».

Parece que Lao-tseu, queriendo sancionar esta teoría moral con su propia conducta, abandonó sus honores, su casa y sus riquezas, y murió haciendo vida solitaria en las selvas. Después de su muerte, fue muy venerada y preconizada su memoria por sus discípulos y admiradores, que hicieron de él una encarnación del Tao o Razón suprema, y hasta le atribuyeron una existencia anterior a la de ésta. Sin embargo, su nombre no alcanzó la celebridad popular ni los honores divinos que se tributaron y tributan a su compatriota Confucio. [56]

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Zeferino González Historia de la Filosofía (2ª ed.)
Madrid 1886, tomo 1, páginas 52-55