La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Zeferino González 1831-1894

Zeferino González
La Economía política y el Cristianismo
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8

VI

Pongamos ahora en frente de la solución católica del problema de la población, la solución de Malthus, de Stuart Mill, y en general, de la Economía sensualista y racionalista. Reconociendo esta la dificultad suma de poner al nivel del movimiento de la población el desarrollo y acrecentamiento de las riquezas, dificultad que se hace insuperable cuando al trabajo productor de esas riquezas se señala el interés personal y los goces materiales como regla suprema, estimulo principal y fin último, convierte sus miradas hacia el segundo término del problema, buscando medios de retardar el movimiento o desarrollo de la población, a fin de mantener el equilibrio entre este movimiento y la producción de las riquezas. De aquí la teoría de los economistas racionalistas y sensualistas acerca del estado estacionario de la población, como condición normal de la sociedad. Y en verdad que semejante teoría es una aplicación lógica y una deducción legítima de la economía sensualista. Porque la verdad es que si el ideal de la vida humana es el [91] disfrute tranquilo del bienestar y de los goces terrenos, preciso será evitar a toda costa y por todos los medios el desnivel entre la población y las riquezas, a fin de que estas y los goces que producen se hallen al alcance de todos los miembros de la sociedad. ¿Qué resulta de aquí? Que la Economía política racionalista, sintiéndose impotente para resolver el problema del equilibrio entre la población y las riquezas, porque rechaza la solución de la Economía cristiana, que resuelve el problema de la manera que es soluble, atendidas las condiciones presentes de la humanidad, por los medios que arriba quedan indicados, vese precisada a retroceder veinte siglos para plagiar y reproducir las doctrinas tan inmorales como contrarias a la dignidad y libertad del hombre, adoptadas por las escuelas paganas. Las trabas legales para la realización de los matrimonios, la prohibición de los mismos a las clases obreras e indigentes mientras no se hallen en posesión de una fortuna determinada, impedir la procreación y buscar la esterilidad relativa sin reparar en medios, he aquí los procedimientos adoptados y aconsejados por la moderna Economía política del racionalismo para resolver el problema indicado. No es difícil reconocer las infamias de todo género, la inmoralidad y el libertinaje a que es ocasionada semejante solución. La dignidad del hombre, la santidad de la unión conyugal, la libertad individual, la moralidad pública y privada, la fecundidad ordenada de [92] la especie, son a todas luces incompatibles con las teorías, los consejos y preceptos de los economistas de nuestros días que se inspiran en las doctrinas de Malthus, de Stuart Mill y de otros partidarios de la Economía sensualista.

Sabidas son las doctrinas tan absurdas como inmorales de Platón, sobre los medios que debían adoptarse para prevenir el aumento excesivo de población. Sabido es también que Aristóteles, que se complace en rechazar y refutar frecuentemente las teorías económicas y políticas de su maestro, aprueba y adopta explícitamente su doctrina sobre la materia que nos ocupa. «Pertenece a la ley, escribe {(1) Polit., lib 8º, cap. 3º}, determinar los recién nacidos que deben ser expuestos o alimentados. No se deben criar niños deformes. Si es necesario detener el exceso de población, y por otra parte las instituciones y costumbres se oponen a la exposición de los recién nacidos, el magistrado fijará a los esposos el número de hijos que deben engendrar. Si la madre llega a concebir más que el número prescrito, estará obligada a abortar antes que el feto esté animado.» ¡Quién lo creyera! estas doctrinas del paganismo que la ciencia y la conciencia de la humanidad iluminada por los vivos fulgores del cristianismo, parecían haber desterrado para siempre, han sido [93] reproducidas, y lo que es más aún, hasta exageradas y sobrepujadas por el racionalismo sensualista de los economistas contemporáneos. Algunos de estos, para evitar el incremento excesivo de la población, proponen medios que la pluma se resiste ni siquiera a indicar, cuanto menos escribir. Otros aconsejan prevenir el exceso de población, sometiendo a los recién nacidos a una asfixia sin dolor, preparada por el ácido carbónico. Prudhon nos habla de los procedimientos de cierto doctor que propone la extracción del feto y la erradicación de los gérmenes implantados contra la voluntad de los padres. Algunos, en fin, proponen otros medios que no es posible consignar. He aquí el abismo sin fondo, el cieno y la podredumbre a donde viene a parar finalmente la razón humana, siempre que orgullosa reniega de Dios y aparta su vista de la verdad cristiana.

Y téngase presente, que aparte de la repugnante inmoralidad inherente a los medios excogitados por la economía sensualista para establecer y conservar el equilibrio entre la población y las riquezas, algunos de esos medios suelen tener un resultado contrario al previsto y esperado por sus encomiadores. M. Le Play, hablando de los obreros de algunas partes de Alemania, sujetos a reglamentos prohibitivos del matrimonio hasta adquirir recursos determinados, escribe lo siguiente: «Estos reglamentos no solamente tienen el inconveniente de ser contrarios a la moral, sino que no consiguen en manera alguna el objeto en vista del [94] cual fueron promulgados. Así es que los obreros de la corporación de I... contraen todos desde su primera juventud uniones ilícitas, las cuales se legitiman ordinariamente en la época legal del matrimonio.» {(1) Les ouvriers européens} M. Monnier afirma en su Historia de la asistencia, que el resultado de análogos reglamentos en Suiza, ha sido aumentar la miseria en vez de reducirla, contándose en el cantón de Berna un pobre por cada nueve habitantes. Este aumento de pauperismo, por idénticas causas, ha sido señalado también y comprobado por Roscher respecto del Mecklembourg-Schwerin {(2) Véase su obra Principes d' Economie politique, § 249}.

Pero hay más todavía: los principios esencialmente racionalistas y utilitarios de la escuela económico-sensualista, después de conducir a sus partidarios a las soluciones inmorales, anejas y retrógradas del antiguo paganismo, los arrastran también al socialismo moderno, a cuyas novísimas teorías abren la puerta y preparan el camino, al adoptar como ideal el estado estacionario de la población y la posesión de los goces de la vida para todos los hombres, como término de sus aspiraciones, de su actividad y de su mismo ser. No será difícil convencerse de esto, leyendo y meditando el siguiente notable pasaje, en el cual M. Carlos Perin resume y expone las tendencias socialistas [95] del citado Stuart Mill, uno de los más importantes y, tal vez el principal representante de la Economía política racionalista y sensualista. «Arrastrado por la lógica de sus principios, M. Mill, después de haber sacrificado la libertad individual con la dignidad del matrimonio, sacrificará también la propiedad. Así es que sólo por la destrucción del orden social en sus bases mas esenciales, la familia y la propiedad, llegará a comprimir la expansión natural de las generaciones y a fijar la sociedad en aquel bienestar constante y permanente que constituye, en su opinión, el ideal de la misma.

Para una sociedad que no tendrá otro móvil que el amor de los goces, el deseo de asegurarse el bienestar será el único motivo que podrá determinar a poner en práctica la abstención o enfrenamiento moral. Mas ¿cómo hacer comprender el precio del bienestar a hombres que jamás lo experimentaron? M. Mill reconoce que esto constituye una imposibilidad en el orden regular de las cosas. Para llegar a este resultado es preciso que alguna gran medida política acreciente en poco tiempo los recursos de las masas, de manera que asintiendo con viveza, los efectos felices de este cambio de condición, y apreciando en su justo valor el bienestar, no corran el riesgo de perderle echando en olvido la ley de la represión moral.

El objeto intentado por Mill no puede alcanzarse sino por alguna de esas medidas revolucionarias, que [96] en último análisis, vienen aparar y se traducen en despojo de los propietarios en favor de las clases inferiores. Bien puede protestar que no es la abolición de la propiedad lo que él reclama, sino únicamente una aplicación mejor del principio, que permita a todos los miembros de la sociedad participar de sus beneficios. Nadie se equivocará al verle proponer medidas como las siguientes: repartir los bienes comunales entre las clases menesterosas: limitar el derecho de disponer por medio del testamento, en el sentido de que no se permitirá nunca legar sus bienes a una misma persona sino en la cantidad necesaria para una vida confortable e independiente: desposeer, mediante indemnización pecuniaria, a los propietarios del suelo, como medida de interés general, con el objeto de transformar la cultura y dar a las masas por medio de la participación en la propiedad, los hábitos de previsión que hoy no tienen: recargar la propiedad inmueble con un impuesto que tomaría sobre la renta todo lo que no representa el interés de un capital aplicado al suelo, y que permitiera convertir en provecho de la comunidad los dones gratuitos de la naturaleza.

Todo el mundo reconocerá fácilmente el socialismo en semejantes rasgos. Por poco que sobre ello se reflexione seriamente, será preciso convenir en que, aun prescindiendo de toda consideración moral, las teorías sobre la población que no pueden realizarse sino echando mano de semejantes medidas, se hallan en oposición [97] con las leyes naturales de la sociedad, y por lo mismo condenadas a los ojos de todo hombre cuyo buen sentido no se encuentre falseado por el espíritu revolucionario.» {(1) De la Richesse dans les societés chretiennes, lib. IV, cap. 2º}

{Texto tomado directamente de Zeferino González, Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales, Tomo segundo, Imprenta de Policarpo López, Madrid 1873, páginas 1-121. Transcribimos la Advertencia que figura al inicio de este volumen: «Advertencia. El artículo que lleva por epígrafe La Economía política y el Cristianismo, aunque escrito en Manila en el año que indica su fecha [1862], ha sido refundido y considerablemente añadido para su publicación en estos Estudios.»}

La Economía política y el Cristianismo
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8
Edición digital de las obras de Zeferino González
© 2000 Proyecto Filosofía en español
www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org