Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana
Hijos de J. Espasa, Barcelona 1924
tomo 22
páginas 276-277

Espíritu     [1] [2] [3] [ 4 ] [5] [6]

Espíritu. Teología ascética. El sentido que la palabra espíritu tiene muchas veces en el Evangelio cuando ni significa la tercera persona de la Trinidad ni el ángel bueno o malo ni el alma humana, ni una corriente de airees el fundamento de la ascética cristiana. Porque el principal elemento de ésta es la antítesis tan repetida en san Pablo entre el espíritu y la carne, la cual oposición no es la que hay entre el espíritu y el cuerpo expresada en Santiago (cap 2, v. 26); sino que en san Pablo dicha contradicción pertenece singularmente a la doctrina moral del cristianismo. Es la misma que expresa en ocasiones el Apóstol representando una lucha entre lo que llama el hombre viejo y el nuevo. El pasaje que más explica el pensamiento del Apóstol en esta materia es el cap. VIII de la Epist. ad Rom. de que son estas y semejantes frases: «La Ley del espíritu de la vida en Cristo Jesús me libertó de la ley del pecado»; «los que no andamos según carne sino según espíritu»; «los que son según carne, sienten las cosas de la carne, mas los que son según espíritu las cosas del espíritu»; «el sentir de la carne es muerte, mas el sentir del espíritu vida y paz»; «los que son en carne no pueden contentar a Dios, vosotros no sois en carne, sino en espíritu»; «el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu es vida a causa de la justicia»; «deudores somos no a la carne para vivir según carne, porque si vivís según carne moriréis; mas si con el espíritu mortificáis las obras del cuerpo viviréis»; etcétera. Este uso de la palabra espíritu hizo en antiguo que algunos gnósticos interpretándolo en un sentido excesivamente literal estableciesen la distinción de los espirituales y los psíquicos, suponiendo a estos últimos sólo capacitados para las obras que no pueden conducir a la asecución de los fines sobrenaturales del hombre. Que en este y semejantes pasajes no significa la palabra carne en el Nuevo Testamento sólo el cuerpo o sola la vida sensitiva según el concepto filosófico de la palabra está patente; que si así fuese se habría de interpretar san Pablo como si tratase de que el cristiano había de destruir su cuerpo, cosa la más contraria al espíritu ytodas las Escrituras. Lo que significa es, pues, la vida carnal y mundana, según el concepto de mundo expresado en el Evangelio, es decir, la vida llena de codicia y lujuria que en cierta manera hace que todo el hombre, aun su alma, sea carne, no mudándose su propia substancia espiritual en materia, sino perdiéndose su dignidad, por no ser sus acciones proporcionadas a su propio ser espiritual (V. San Juan Crisóstomo, Homil. XIII, en Epist. ad Rom. y demás comentaristas de san Pablo). Este es el sentido que ya en el Antiguo Testamento (Gén. 6), 3 tuvo la palabra en la sentencia de Dios en que justifica el hecho del diluvio: «no permanecerá mi espíritu en los hombres porque son carne». Así que, según el lenguaje de la Escritura, la palabra espíritu significa fuera de los otros sentidos más usuales el conjunto de la perfección en el ánimo del hombre en el orden de ideas del Cristianismo. Esta perfección se significa en ocasiones en sentido activo en cuanto viene de la virtud de Dios [277] a influir en el ánimo del hombre; cómo sucede cuando dice san Pablo (I Cor., II 4) que no predica con razones humanas sino mostrando el espíritu y virtud. Otras veces el sentido es pasivo, esto es, significa la virtud divina en cuanto comunicada al alma humana como II Cor., III, 3 diciéndose de la Ley de Dios que está escrita en el hombre non atramento sino con el espíritu de Dios vivo en el alma.

No era tan claro este significado de la palabra muchas veces en el Antiguo Testamento, mas no hay duda de que se incluía. Tal sucede cuando son atribuidas al espíritu de Dios las obras en que los hombres aparecen como meros instrumentos de una intervención divina extraordinaria. Si José puede interpretar los sueños de Faraón es que está lleno del espíritu de Dios; el mismo espíritu le permitirá gobernar sabiamente su pueblo; los 70 ancianos escogidos por Moisés para ayudarle en la conducción del pueblo escogido, recibirán de Dios una participación del espíritu; el vigor físico de Sansón es atribuido al espíritu; Gedeón lleva al combate sus 300 escogidos y triunfa de Madián y de Amalec porque está revestido del espíritu de Javé. Donde es de notar que aun tratándose de energía física se conserva una marcada referencia al sentido moral y religioso. En especial resalta este carácter de la palabra en tratándose del espíritu profético. Porque sabido es que los profetas eran ante todo los predicadores del pueblo escogido. Durante todo el periodo del profetismo en Israel era manifiesta su acción santificadora. Es verdad que muchas veces tiene más bien carácterde carisma extraordinario para ciertos privilegiados, como sonlos hombres del espíritu; y no se ve siempre que el espíritu de Dios quiera extender su acción vivificadora sobre todos los israelitas. Mas no faltan ejemplos bien claros del sentido moral de la palabra espíritu en cuanto santificador, en las profecías del Antiguo Testamento. Esto se ve particularmente en los Salmos (L, LI, CXLIII, &c.). No hay duda que empieza en el Antiguo Testamento a manifestarse lo que tan de relieve había de ponerse en las cartas de San Pablo, es a saber la inmanencia del espíritu santificador, o infusión íntima de la gracia del Espíritu Santo. Las más solemnes promesas mesiánicas lo son precisamente de derramar el espíritu sobre todo el mundo. Aun el profeta siente el espíritu del Señor sobre él, trasladándose con la fuerza de la inspiración a los días mesiánicos. No es sólo el Mesías el que ha de recibir los dones del espíritu, sino que la grandeza y riqueza del reino mesiánico está ante todo caracterizada por la abundancia y largueza divina en la efusión del espíritu. Así (Isaías, XXXII, 15) se dice que «el espíritu de arriba será derramado sobre Israel), el desierto será cambiado en vergel... Escucha Jacob (XLIV) e Israel... yo extenderé mi espíritu... sobre tu posteridad»; y Ezequiel (XI, 19) habla del espíritu nuevo que se dará a los descendientes de la casa de Jacob, que en lugar del corazón de piedra se les dará otro de carne para que guarden los mandamientos de Dios. Y en Joel se promete el espíritu derramado sobre toda carne y se dice a los habitantes de Judá que sus hijos y sus hijas profetizarán, y según Zacarías se extenderá sobre toda la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el espíritu de gracia. Semejantes profecías prueban que el espíritu es el don por excelencia de la ley de gracia o del cristianismo; y esto de manera que todos los favores que otorgaba el cielo al antiguo pueblo de los judíos no eran sino primicias del espíritu que se prometía a los seguidores del que había de venir, el Mesías. Es, pues, el espíritu la nota característica con que se hace la distinción entre la ley de gracia dada por Jesucristo y el Antiguo Testamento. No reparar en el espíritu profetizado como don para el tiempo del Mesías es contentarse en la lectura de las Escrituras con la letra que mata y preparar los ánimos a la interpretación milenarista que los judíos dieron del reino de Cristo. La significación lógica al par que literal en el buen sentido de la palabra de las mismas profecías, está claramente expresada en la predicación evangélica, desde el primer día que los Apóstoles, empezando por san Pedro, tomaron la palabra para desempeñar su misión cristianizadora. Así en los Hechos de los Apóstoles (II 14-19) se lee: «Esto es lo dicho por el profeta Joel: derramaré de mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán los hijos vuestros, etcétera, y sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi espíritu, &c.

Bibliografía. Ackermann, Beiträg zur theologische Würdigung und Abwägung der Begriffe, Pneuma, nous und Geist (1839), y Die Biblische Bedeutung des Wortes Geist (Giessen, 1862); Bover, La Ascética de san Pablo (Barcelona, 1915); Delitzsch, System der biblischen Psychologie; Gloël, Der Heilige Geist in der Heilsverkündigung des Paulus (Halle, 1888); Gunkel, Die Wirkungen des Heiligen Geistes nach der populären, Anschauung der aposlolischen Zeit und nach der Lehre des Apostels Paulus (Gotinga, 1888); Huet, La science de l’Esprit (París, 1863); Krumm, De notionibus psychologicis Paulinis (1858); La Puente, Guía Espiritual en que se trata de la oración, meditación y conteinplación; Lebréton, Les origines du Dogme de la Trinité (París, 1910); Nieremberg, De la Adoración en Espíritu y verdad, esto es, del Espiritu verdadero con que en la ley de Gracia se debe servir a Dios; Weck, Umriss der Biblischen Seelenlehre; Weinell, Die Wirkungen des Geistes und der Geister im nachapostoloschen Zeitalter bis auf Irenäus (Friburgo, 1899); Wendt, Die Begriffe Fleisch und Geist im biblischen Sprachgebrauch (1878); Westphal, Chair et Esprit (1885).

Espíritu humano. V. Espíritu. Filosofía.

Espíritu malo. Con el calificativo malo, aplicado al término espíritu, se designa particularmente el Demonio según la doctrina del Cristianismo (V. Demonio. Teol.). Se extiende el significado a todo lo que es o puede ser influjo del ángel caído, según el principio (cristiano, que es oficio diabólico el tentar al mal. De aquí el uso frecuentísimo que de esta expresión hacen los autores ascéticos para expresar que una dirección dada de la voluntad y entendimiento humano va desviada de las eternas normas de la moral cristiana, diciendo que es del Espíritu Malo. Pero esto no importa por necesidad en cada caso concreto una intervención inmediata en la región de los espíritus del ser llamado demonio para apartar al hombre de la razón, sino que puede ser mero resultado del desequilibrio existente en las pasiones del compuesto humano; y que todo el mal moral se reduce como a su primer origen histórico al que por su naturaleza espiritual superó en malicia al hombre y que según la Escritura interviene por obscuros caminos en los pecados del mundo. V. Espíritus (Discernimiento de).


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