Materia & Materialismo

Luis Büchner 1824-1899
Fuerza y materia
Estudios populares de historia y filosofía naturales
1855

 
§ III
Inmortalidad de la fuerza

La fuerza inmanente a la materia no pude ser creada. Es tan indestructible, tan imperecedera, tan inmortal como la misma materia. Inherente a la masa infinita de la substancia, sigue con ésta, en estrechísima unión, un movimiento circular, que no se interrumpe ni se concluye, desprendiéndose de una forma o de un cuerpo cualquiera, en igual cantidad que ha entrado.

Como los hechos prueban que la materia no puede ser creada ni anonadada, sino sólo transformada, la experiencia demuestra también, de una manera indudable, que no hay ni siquiera un caso en que una fuerza pueda surgir de la nada o transmitirse a un cuerpo que no exista. En otros [23] términos, la fuerza no puede ser creada ni anonadada. En todos los fenómenos donde se manifiesta alguna fuerza, podemos referir ésta a su principio; es decir, puede demostrarse de qué fuerzas o efectos se ha desprendido directa o indirectamente esa misma fuerza. Esta transformación no es arbitraria, sino que se verifica según equivalentes, o números equivalentes, de manera que no se pierde en esta operación la más mínima cantidad de fuerza, así como en la metamorfosis de las substancias no se pierde la más insignificante molécula.

Aunque la inmortalidad de la materia es una verdad reconocida, no sucede lo mismo en nuestros tiempos respecto de la inmortalidad de la fuerza, la cual, a pesar de su sencillez y su evidencia, sólo ha conseguido hasta ahora llamar la atención de los sabios. Decimos que esta verdad es sencilla y evidente, porque cualquiera puede convencerse de ello, reflexionando en las relaciones que existen entre las causas y los efectos. La lógica y la experiencia diaria nos enseñan que no pueden verificarse movimiento ni cambio alguno físico, ni por consiguiente manifestación alguna de fuerzas, sin producir una serie infinita de otros movimientos o cambios sucesivos, es decir, otras manifestaciones de fuerza. Cada efecto se convierte a su vez en causa de otro efecto subsiguiente, y así hasta el infinito.

No existe reposo absoluto en la Naturaleza, cuya existencia no es otra cosa que un movimiento circular incesante, en el que cada movimiento se convierte en causa de otro equivalente; de manera que no hay vacío, ni pérdida ni excedente en parte alguna. No proviniendo de la nada el movimiento que existe en la Naturaleza, tampoco a la nada puede transmitirse. Así como en el mundo material no [24] existe ninguna forma individual sino surgiendo y alimentándose del fondo infinito de la materia, que permanece eternamente igual, así todo movimiento toma el principio de su existencia en el material inagotable de las fuerzas, para devolver, más o menos tarde, de un modo o de otro, a la suma total, lo que de ella ha tomado. Puede suceder que el movimiento sea latente, esto es, que no aparezca por el momento, pero no puede decirse que se ha perdido, porque sólo ha pasado a otras condiciones de fuerzas distintas en cantidad, aunque equivalentes, y de las cuales se desprenderá más tarde de cualquier manera. El cambio en este procedimiento no es más que cambio de forma. La fuerza puede tomar en el universo formas muy variadas; pero en el fondo sigue siendo la misma. Las diversas formas pueden pasar de unas a otras, según acabamos de indicar, sin pérdida alguna, con arreglo al principio de equivalencia, o sea de valor igual; de modo que la suma de fuerza existente no puede aumentar ni disminuir; sólo la suma de las formas individuales es la que experimenta modificación. La ciencia de la fuerza, sus cambios y transformaciones, se llama física.

Esta ciencia nos da a conocer ocho fuerzas distintas (gravedad, fuerza mecánica, calórico, luz, electricidad, magnetismo, afinidad y cohesión). Estas fuerzas radican en las substancias y son inseparables de ellas, formando y constituyendo el mundo. Con ligeras excepciones, pueden transformarse recíprocamente, y sin embargo, nada se pierde en esta operación, siendo la fuerza nuevamente formada equivalente a aquella que sufrió la transformación, y pudiendo así producir a su vez nuevos efectos como fuerza individual e independiente. En el universo, de donde emanan las fuerzas [25] acumuladas, que no se agotan jamás, son inherentes esas fuerzas a los cuerpos celestes, principalmente cuando afectan la forma de luz y de calor en los soles o estrellas fijas; son inherentes como fuerza mecánica, en los planetas que se mueven por un movimiento de rotación alrededor de un globo central, y como diferencia química, cohesión y magnetismo en las materias ponderables de los globos celestes. Presentaremos algunos ejemplos del cambio o transformación de las fuerzas.

Obtiénese calor y luz por medio de la combustión o por el equilibrio de la diferencia química. El calórico produce vapor, que, a su vez, se transforma en fuerza mecánica. Esta fuerza mecánica puede servir en las locomotoras, y ser a la vez transformada en calor por medio del frotamiento. En la máquina electromagnética puede hasta llegar a convertirse en calor, electricidad, magnetismo, luz y diferencia química. Una de las transformaciones más frecuentes en las fuerzas, es la de calor en fuerza mecánica, y recíprocamente. Por el frotamiento de dos pedazos de madera se obtiene calor y luz. Si, por el contrario, se calienta una máquina de vapor, se cambia el calor en roce y en movimiento.

En la pólvora de cañón existen, en estado latente, afinidades químicas. En el instante mismo en que se produce la chispa, iguálase la diferencia química, y se manifiestan el calor, la luz y la fuerza mecánica.

En la pila de Volta se hace pasar la diferencia química del zinc y del oxígeno a una corriente eléctrica, y esta última puede producir, por medio del hilo conductor, luz y calórico, o una nueva diferencia química en la celda de descomposición. [26]

En la máquina eléctrica, la fuerza mecánica del brazo que hace girar al disco, y que ya proviene de haberse igualado la diferencia química (respiración), queda transformada en tensión y corriente eléctrica, y ésta puede, según las circunstancias, manifestarse como atracción (fuerza mecánica), o como luz, calor y diferencia química.

La fuerza mecánica se transforma en calor mediante el choque de los cuerpos, como puede comprobarse con dos esferas no elásticas, haciéndolas chocar una con otra, en cuyo caso se calentarán. Los cuerpos elásticos, como son por ejemplo las bolas de billar, no se calientan porque transmiten, en virtud de la reacción, la fuerza mecánica que se les comunica. Es muy probable que toda luz y el calor existentes en el universo provengan de esta causa, así como en general la luz y el calor que emanan de las estrellas fijas son la forma en que más comúnmente se manifiesta la fuerza. Todas las fuerzas físicas de nuestro planeta pueden provenir del sol. El agua que corre, el viento que sopla, el calor animal, la combustibilidad de la madera, de la hulla, &c., están en relación directa con el sol. Por medio de la combustión de la hulla y de la madera, aparece de nuevo todo el calor depositado por el sol en estas substancias y absorbido por ellas. La fuerza que hace rodar a la locomotora es una gota de sol puesta en movimiento por la máquina, y lo mismo es el trabajo creado por el pensamiento en el cerebro del hombre inteligente o el que crea por medio del brazo del obrero. «El calor que templa nuestras habitaciones –dice Liebig– es el calor del sol; la luz que nos alumbra por la noche es luz tomada del sol. La luz que los soles envían a los globos celestes a quienes iluminan, y que estos últimos no absorben, no desaparece, sino que se [27] cambia en calor; mientras que, por el contrario, un calor más elevado produce luz en los cuerpos calentados ya.»

El magnetismo puede manifestarse en la máquina electromagnética en forma de corriente eléctrica, que por su parte puede aparecer bajo muchas otras formas.

La fuerza de inercia se muestra inmediatamente como fuerza mecánica, y puede en tal concepto pasar a las demás formas ya mencionadas. En todos los péndulos podemos notar que la gravedad se cambia en movimiento.

Rara vez en estos procedimientos pasa cierta cantidad de fuerza totalmente a otra. Lo que sucede es que una parte se transmite a otras fuerzas (por cuya causa no resulta aparente), o bien no se transforma en manera alguna. En la máquina de vapor, por ejemplo, una gran parte del calor obtenido no se transforma en fuerza mecánica, sino que se escapa en forma de calor, con los vapores que se desprenden o con el agua que se condensa. Parece que se pierde en las armas de fuego una parte de la fuerza mecánica; pero esta pérdida es sólo aparente para el efecto y el fin que con ellas nos proponemos, porque esa fuerza ha servido primero para calentar el cañón y además para producir el sonido. Así es como en la máquina eléctrica se pierde una parte de la fuerza en el disco y en las almohadillas, &c. Pero no puede decirse que se pierde esta parte de la fuerza, porque la frase no sería exacta; en todos estos casos o semejantes, no se pierde absolutamente la más mínima parte de fuerza relativamente al universo; sólo se pierde para el objeto propuesto, y únicamente se oculta a la vista del que no observa más que la superficie. Lo que ha sucedido en realidad es que la fuerza producida [28] ha tomado distintas formas, cuya suma es equivalente a aquella.

Numerosos son los ejemplos que podemos hallar en la Naturaleza para la demostración de esta ley. Todos ellos podemos resumirlos en la siguiente proposición: La fuerza no puede ser creada ni anonadada. De donde resulta que la fuerza es inmortal, y que no es posible que haya tenido principio ni fin. La consecuencia de esta verdad natural es la misma que la de la inmortalidad de la materia, y ambas vienen produciendo eternamente el conjunto de fenómenos que llamamos mundo. El movimiento circular de la fuerza es la correlación absoluta del de la materia, y nos enseña que nada nace ni desaparece, y que el misterio de la Naturaleza puede compararse a un círculo que está formado en sí y por sí, y cuyas causas y efectos se ligan sin fin ni principio. Sólo es inmortal lo que siempre ha existido, y lo que es inmortal, no puede nacer ni ser creado.

 
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{Luis Büchner 1824-1899, Fuerza y materia. Estudios populares de historia y filosofía naturales, (1855). Traducción de A. Gómez Pinilla. F. Sempere y Compañía, Editores / Calle del Palomar 10, Valencia / Olmo 4 (Sucursal), Madrid / sin fecha (aproximadamente 1905) / Imprenta de la Casa Editorial F. Sempere y Compª. Valencia, 255 páginas.}

 
Prólogo | I. Fuerza y materia | II. Inmortalidad de la materia | III. Inmortalidad de la fuerza | IV. Infinito de la materia | V. Dignidad de la materia | VI. Inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza | VII. Universalidad de las leyes naturales | VIII. El cielo | IX. Períodos de la creación de la tierra | X. Generación primitiva | XI. Destino de los seres en la Naturaleza | XII. Cerebro y alma | XIII. Inteligencia | XIV. Asiento del alma | XV. Ideas innatas | XVI. La idea de Dios | XVII. Existencia personal después de la muerte | XIX. Fuerza vital | XX. Alma animal | XXI. Libre albedrío | XXII. Conclusión


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