Capítulo XXVI
Capítulo I ] Capítulo II ] Capítulo III ] Capítulo IV ] Capítulo V ] Capítulo VI ] Capítulo VII ] Capítulo VIII ] Capítulo IX ] Capítulo X ] Capítulo XI ] Capítulo XII ] Capítulo XIII ] Capítulo XIV ] Capítulo XV ] Capítulo XVI ] Capítulo XVII ] Capítulo XVIII ] Capítulo XIX ] Capítulo XX ] Capítulo XXI ] Capítulo XXII ] Capítulo XXIII ] Capítulo XXIV ] Capítulo XXV ] [ Capítulo XXVI ] Capítulo XXVII ]

Antoine de Saint- Exupèry
"El Principito"
Con ilustraciones del Autor
XXVI
 

A un lado del pozo, se levantaba una ruina de un viejo muro pedroso. Mientras trabajaba al día siguiente, podía distinguir a lo lejos al hombrecito sentado allí arriba, con sus piernas colgando. Pude oír que hablaba:

-No lo recuerdas?-decía- No es exactamente aquí!

Deduzco que una voz le respondió, pues el principito contestó:

-Sí! Sí! Es el día, pero estoy seguro que el lugar no es éste...

Emprendí mi vuelta hacia el muro. No veía ni oía a nadie. El principito nuevamente dijo:

-..Seguro. Te fijarás en qué lugar comienza mi huella en la arena. Espérame allí esta misma noche.

A veinte metros del muro y todavía no veía a nadie con quien el principito pudiera seguir hablando..

Agregó todavía:

-Dará buen resultado tu veneno? No sufriré por mucho tiempo, verdad?

Con el corazón oprimido me detuve sin comprender.

-Márchate ahora...-dijo- Quisiera descender!

Baje la mirada hacia el pie del muro y... di un salto! Inclinada hacia el principito, amenazaba una de esas serpientes amarillas que os matan en treinta segundos. Corría mientras buscaba mi revólver, pero al oír el ruido, la serpiente se deslizó por dentro de la arena hasta desaparecer como un chorro de agua que muere.

Llegué al muro en el instante indicado como para recibir al principito en mis brazos, quien se hallaba pálido como la nieve.

-De qué se trata esta historia? Ignoraba que hablaras con serpientes.

Mojé sus sienes, le di de beber y aflojé su eterna bufanda de oro. No me atreví a preguntar nada. Mirándome gravemente, rodeó mi cuello con sus pequeños brazos. Su corazón latía como el de un pájaro que muere, herido por una carabina. Me dijo:

-Me alegra mucho que hayas dado con el desperfecto de tu máquina. Podrás regresar a tu casa...

-Cómo lo sabes?

Justamente, era lo que venía a comunicarle. Contra toda esperanza, finalmente mi trabajo tuvo éxito.

Sin responder a mi pregunta agregó:

-También yo hoy vuelvo a casa...

Algo triste prosiguió:

-Es mucho más lejos, más difícil...

Lo abracé contra mi pecho como a un niño y parecía escurrirse hacia un oscuro abismo sin poder hacer nada por retenerlo...

-Ah! Sabes? Tengo tu cordero, su caja y también su bozal...

Sonrió con melancolía.

-Has tenido miedo, hombrecito.

Sin duda que lo había tenido.

-Esta noche tendré mucho más...

Un frío helado recorrió mi cuerpo por la certeza de lo irreparable. No soportaría la idea de no escuchar nunca más la música de su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.

-Hombrecito... quiero escuchar tu risa otra vez...

Me dijo:

-Esta noche se cumplirá un ano. Mi estrella estará exactamente sobre el mismo sitio donde caí el año pasado...

-Dime que es una pesadilla la historia de la serpiente, la cita y la estrella...

No respondió y dijo:

-No se ve lo que es importante...

-Seguro que no...

-Es como una flor. Si la flor que amas se encuentra en una estrella, da alegría mirar el cielo por la noche. Es como si todas las estrellas florecieran.

-Seguramente...

-Como el agua, la que me has dado... Era como una música, recuerdas? Era dulce...

-Seguramente.

-Mirarás por la noche las estrellas. No sabrás exactamente cuál es la mía pues mi casa es demasiado pequeña. Pero será mejor así. Para tí mi estrella será alguna de todas ellas; te agradará mirarlas y todas serán tus amigas. Luego te haré un regalo...

Rió nuevamente.

-Ah! cómo me gusta oír tu risa!

-Precisamente, será mi regalo... será como el agua...

-No comprendo.

-Las estrellas no significan lo mismo para todas las personas. Para algunos viajantes son guías. Para otros no son más que lucecitas. para los sabios son problemas. Para mi hombre de negocios eran oro. Ninguna de esas estrellas habla. En cambio tú..., tendrás estrellas como ninguno ha tenido.

-Qué intentas decirme?

-Por las noches tú elevarás la mirada hacia el cielo. Como yo habitaré y reiré en una de ellas, será para tí como si rieran todas las estrellas. Tú poseerás estrellas que saben reír.

Volvió a reír.

-Cuando hayas encontrado consuelo (siempre se encuentra), te alegrarás por haberme conocido. Siempre seremos amigos. Sentirás el deseo de reír conmigo y abrirá tu ventana, así... por placer... y tus amigos se asombrarán al verte reír mientras miras el cielo. Les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír". Tal vez crean que estás loco. Te habré hecho una muy mala jugada...

Volvió a reír:

-Harás de cuenta que en lugar de estrellas te he regalado puñados de cascabelitos que saben reír...

Rió nuevamente. Luego su risa se transformó en seriedad.

-Esta noche... sabes?... no llega.

-Prometo no separarme de ti.

-Va a parecer que sufro... que muero un poco. Es asi. No vengas a verlo, no vale la pena...

--No me separaré de ti ni un instante.

Estaba inquieto.

-Te lo sugiero también por la serpiente. Ella no debe morderte... las serpientes son malas, muerden muchas veces por placer...

-Hombrecito..., no me separaré de ti.

Algo pareció tranquilizarlo:

-Aunque... es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...

Esa noche no lo vi marcharse. Se evadió sigilosamente.

Logré alcanzarlo mientras caminaba decidido y con paso rápido. Me dijo:-Ah! Estás ahí...

Tomó mi mano pero siguió atormentándose:

-No has hecho bien en desobedecerme. Sufrirás. Parecerá que muero pero no será verdad...

Yo permanecía en silencio.

-Comprende que es demasiado lejos. No puedo llevar mi pesado cuerpo allí.

Yo seguía sin hablar.

-Pero será como una vieja corteza abandonada. No son tristes las viejas cortezas, verdad?

-Yo callaba.

Hacía esfuerzo para no descorazonarse:

-Sabes?, será agradable. También yo miraré las estrellas. Todas ellas serán pozos con una roldana enmohecida, y todas ellas me darán de beber...

-Yo continuaba en silencio.

-Hasta será divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles y otro tanto de fuentes...

Pero también calló, porque lloraba...

Mira, es allá. Déjame avanzar un paso, solo.

Se sentó porque tenía miedo.

 

Dijo:

-Sabes?... mi flor.. soy responsable. Ella es tan débil! Y tan ingenua! Piensa que con esas cuatro espinas insignificantes se protegerá contra el mundo...

Me senté porque ya no me era posible mantenerme de pie.

El principito dijo:

-Bien... es todo...

Vaciló un instante, al cabo del cual se levantó. Dio un paso. Yo estaba casi paralizado.

Pudo verse un relámpago amarillo cerca de su tobillo que lo dejó inmóvil un instante. No gritó. Como cae un árbol, cayó suavemente sobre la arena.

 

  Capítulo I ] Capítulo II ] Capítulo III ] Capítulo IV ] Capítulo V ] Capítulo VI ] Capítulo VII ] Capítulo VIII ] Capítulo IX ] Capítulo X ] Capítulo XI ] Capítulo XII ] Capítulo XIII ] Capítulo XIV ] Capítulo XV ] Capítulo XVI ] Capítulo XVII ] Capítulo XVIII ] Capítulo XIX ] Capítulo XX ] Capítulo XXI ] Capítulo XXII ] Capítulo XXIII ] Capítulo XXIV ] Capítulo XXV ] [ Capítulo XXVI ] Capítulo XXVII ]