Capítulo XXVII
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Antoine de Saint- Exupèry
"El Principito"
Con ilustraciones del Autor
XXVII
 

Han transcurrido ya seis años y es la primera vez que relato esta historia. Los camaradas que me encontraron se alegraron de verme vivo. Estaba muy triste, pero les decía: "Es la fatiga..."

Con el tiempo encontré algo de consuela. Tengo la certeza que regresó a su planeta, pues, al despuntar el día, no hallé su cuerpo. Por las noches me gusta oír las estrellas. Suenan como si fueran millones de cascabeles.

He aquí algo extraordinario. Olvidé agregar la corra de cuero al bozal que dibujé para el principito. No habrá podido colocársela nunca. Me pregunto: "Qué habrá sucedido en su planeta? Tal vez el cordero haya devorado a la flor..."

Muchas veces me respondo: "Seguramente no! El principito sabe cuidar a su rosa poniéndola todas las noches bajo un globo de vidrio, al tiempo que vigila celosamente a su cordero..." Y así me siento feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente.

Otras veces pienso: "Sería suficiente distraerse tan sólo una noche..., y olvidarse del globo de vidrio..., en ese caso el cordero saldría cuidadosamente a fin de no ser escuchado, y comería la flor durante la noche..." Los cascabeles de pronto se transforman en lágrimas!...

Es realmente un gran misterio. Para vosotros que seguramente amáis también a mi hombrecito, nada en el mundo sigue siendo igual si en algún lugar, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa...

-Levantad los ojos al cielo y preguntad: el cordero, sí o no, ha comido a la flor? Y veréis como todo cambia...

Os aseguro que no hallaréis persona grande alguna, que comprenda la importancia que ello tiene, para quienes hemos conocido al principito.

Para mí, es éste al mismo tiempo, el más bello y triste paisaje del mundo. El mismo que el que lo precede, pero lo repito para que lo miréis con atención. Es aquí donde el principito apareció en este planeta y es también aquí donde finalmente desapareció.

Repasad esta imagen como para estar bien seguros que habréis de reconocerlo, si viajáis algún día por el África, en el desierto. Si pasáis por allí os pido: tened la gentileza de esperar; no os apuréis, aguardad unos instantes, exactamente debajo de la estrella. Si véis que un niño se os aproxima, ríe, tiene cabellos color oro, si no responde a vuestras preguntas, ya sabréis de quién se trata. Sed bien gentiles entonces! Escribidme sin vacilar un instante, contadme que el principito ha regresado...

 

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Material compilado y revisado por la educadora argentina Nidia Cobiella (NidiaCobiella@RedArgentina.com)

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