Antoine
de Saint- Exupèry
"El Principito"
Con ilustraciones
del Autor
V
Cada nuevo día, me aportaba algún otro dato acerca
del planeta, la partida, el viaje. Durante el tercer día me
enteré del drama de los baobabs.
Fue gracias al cordero,
pues el principito me preguntó inquieto, como invadido por
una gran duda:
-¿Es cierto que los
corderos comen arbustos?
-Sí, claro. Comen
arbustos.
-¡Ah! ¡Qué alegría me
da saberlo!
No me era posible
comprender por qué era ello tan importante para el
hombrecito. Pero el principito agregó:
-De modo que comen también
baobabs, ¿verdad?
Recordé al principito que
los baobabs no son simples arbustos, sino grandes árboles y
que aún llevando consigo una tropilla de elefantes, no
acabarían con un sólo baobab.
La imagen de tropa de
elefantes, hizo mucha gracia al principito:
-Habría que ponerlos unos
sobre otros...
![](capitu9.jpg)
Luego observó sabiamente:
-Los baobabs, antes de
crecer, comienzan siendo pequeños.
-Claro que sí! Lo que no
entiendo es por qué sugieres que tus corderos coman a los
pequeños baobabs?
-Bueno! Vamos!-contestó
el principito como si allí estuviese la prueba. Tuve que
realizar un gran esfuerzo inteligente para acercarme por mis
propios medios al problema.
Como en todo sitio, también
en el planeta del principito, existían hierbas buenas y de
las malas que resultaban naturalmente de semillas buenas y
de malas semillas. Ocurre que las semillas son invisibles y
duermen en el secreto de la tierra hasta el instante en que
a una de ellas se le ocurre despertarse. Lentamente comienza
a estirarse creciendo tímidamente hacia el sol. Si se trata
de una planta mala, se la debe arrancar inmediatamente, en
cuanto se la reconoce como tal.
![](capitu11.jpg)
Precisamente en el
planeta del principito, había semillas terribles. Eran las
de los famosos baobabs. Podría decirse que el suelo estaba
infestado. Si un baobab no es arrancado a tiempo, ya no es
posible luego. Invade y perfora con sus raíces todo el
planeta, pudiendo así producirse un estallido.
"Es cuestión de
disciplina", decía el principito. "Cuando por la
mañana uno termina de arreglarse, debe proceder
cuidadosamente a la limpieza y orden del planeta. Hay que
arrancar con regularidad a los baobabs apenas son
distinguidos entre los rosales, a los que se parecen mucho
cuando son muy jóvenes. El trabajo es fácil, pero muy
aburrido".
Me aconsejó un día, que
intentara lograr un espléndido dibujo, para que entrara
bien en las cabezas de los niños de mi tierra. "Si algún
día viajan-decía- podrá serle de mucha utilidad. En
algunas cosas, no es un inconveniente importante dejar el
trabajo para otro momento. Pero si se trata de los baobabs,
siempre es una catástrofe. Conocí en una oportunidad un
perezoso habitante de un planeta que descuidó tres
arbustos..."
Dibujé aquél planeta según
las indicaciones del principito.
![](capitu10.jpg)
Me desagrada ser
moralista; pero verdaderamente el peligro de los baobabs es
poco conocido y los riesgos por quien pudiera llegar a
extraviarse en algún asteroide son tan importantes, que, en
una excepción que me permito, salgo de mi reserva y os
digo: "Niños, cuidado con los baobabs!"
Trabajé largo rato sobre
el dibujo, a fin de prevenir a mis amigos de semejante
peligro. Quizá os preguntéis: "Por qué no hay en
este libro, otros dibujos tan grandiosos como el de los
baobabs?" La respuesta es que intenté hacerlos pero
sin éxito. En cambio con los baobabs, lo que me impulsó
fue sencillamente la urgencia.